domingo, 4 de noviembre de 2012

EL DIVORCIO DEL RABINO
(Un Cuento del Talmud)

Hace mucho tiempo, por la época en el pueblo elegido tuvo que dispersarse por toda la Tierra luego de ser destruido el templo de Jerusalén, hubo un rabino que se destaco por su prudencia, su conocimiento de las escrituras y la seriedad de sus negocios. Cuando él daba su palabra, esta palabra valía mas que un contrato escrito. Podría morirse de hambre, pero jamás dejaba sin pagar una deuda. Hacia esto, porque como buen rabino él no vivía de las ofrendas de los fieles, si no de su propio trabajo. Esto le gano el respeto de cristianos y judíos.
Sucedió que luego de muchos años, luego de leer con cuidado la Torah o Antiguo Testamento, descubrió que el deber de todo buen judío era tener hijos. Las persecuciones se sucedían una tras otra, pero mientras quedase un solo hebreo, el pueblo de la ley y la Ley misma estarían a salvo.
Pero él empezaba a tener sus años y no había tenido hijos. Estaba casado con una mujer buena, sencilla, un pan de Dios. Pero no le había dado hijos y cumpliendo la Ley, un día la llamo y le dijo:
-           Mujer, te quiero mas que a nadie en el mundo. Contigo he sido muy feliz, pero la Ley me exige tener descendencia y no nos queda mas remedio que separarnos.
La mujer se puso muy triste, pero el rabino le dijo:
-           Pero no quiero que todos piensen que me separo de ti de mala manera. Voy a organizar una gran fiesta. Invita a tus parientes y tus amigos, para que sepan que no te guardo el menor rencor.
Y así lo hicieron. Celebraron una gran fiesta, con los mejores potajes e invitaron a sus familiares y amigos. También tomaron vino. Y he aquí que mientras mas bebían, todos se ponían mas y mas tristes. El rabino recordó tantas cosas, había pasado tantos momentos felices con tan buena mujer, que en cierto momento, al borde de las lágrimas, dijo:
-           Amada mía, con nada podría pagar todo el bien que me has hecho. Y en presencia de todos digo: Llevate de esta casa lo que mas te guste. ¡Lo que sea!... Elijas lo que eligas Es tuyo.
Y se fue a dormir, convencido de que la Ley era muy dura, pero tenía que cumplirla.
Y pasaron las horas y al despertar se encontró en un lugar muy distinto. No comprendía lo que había pasado y apareció entonces su mujer invitándole a desayunar.
-           ¿Donde estoy? – pregunto. Y la mujer le dijo:
-           Estas en casa de mis padres.
-           ¿Pero que hago yo aquí?
-           Tu dijiste: "Llevate de esta casa lo que mas te gusta"... Y lo que siempre mas me ha gustado... ¡Eres tú!
Palabra dada, deber que cumplir, y siguieron viviendo juntos y felices hasta el fin de sus días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario