domingo, 4 de noviembre de 2012

ROMANCE DE INVIERNO

Doña Victoria se casó muy joven. A los 20 tuvó su primer hijo al que llamo Enrique, le siguió Alejandra y despues los gemelos Andres y Jimena. Fue una buena esposa, comprensiva y leal. A los 40 años asistió a la iglesia para ver como Alejandra se casaba de blanco. A los 41 le toco el turno a Jimena y a los 43 Enrique y Andres, ya comprometidos con dos buenas jovencitas, se pusieron de acuerdo para casarse juntos y así ahorrar gastos.
A los 44 quedo viuda y durante un año no hizo si no suspirar y llorar en los rincones de su casa. Aquello empezó a preocupar a su familia y un día Andres, en nombre de todos, le dijo:
-           Esto no puede ser mamá. No puedes estar triste toda la vida... ¿Que te parecería un viajecito por Europa?
-           ¿Europa? ¿Y que voy a hacer allá?
-           Es un tour de un mes. Visitaras Paris, Venecia, Viena y por último Amsterdam. Claro que no en primera clase... Pero te aseguro que te divertiras muchísimo. En el viaje podrás conocer a muchas personas y ten por segura que regresaras como nueva...
No había más que discutir. Y pocos días mas tarde, en presencia de sus hijos, yernos y nueras, y por supuesto de su nieto Carlos, de apenas seis meses, abordo un avión que de Buenos Aires la llevo a Paris, La Ciudad Luz.
Pero sus hijos habían olvidado que cuando aquí estamos en Verano, en Europa estan en Invierno. Cuando Doña Victoria llegó hacía un frío tremendo. El viento azotaba los árboles y el cielo tenía el color plomizo de una inmensa sabana puesta a secar. Sin animo de conocer los museos o teatros, se encerró en la habitación del hotel y recien al tercer día se animo a salir.
Hay un bello lugar a orillas del Sena. Un manto blanco parecía cubrirlo todo, los niños patinaban sobre los estanques y reian lanzandose entre sí bolas de nieve.
Allí estaba cuando vio un hombre bien abrigado y pintando una bella escena de invierno. Ella lo miró con curiosidad, él, muy hamable, le sonrió y sin mas preambulos conversaron de muchas cosas: de la pintura, de los jardines de la ciudad, del Invierno... Se llamaba Antonelli y era italiano, había viajado a Francia con el deseo de que alguien reconociera su talento. Y lo tenía, era un genio... Pero como todos los genios ignorados, vivía pobremente en una buhardilla, convencido que algún día su talento lo haría triunfar.
A partir de ese día Victoria ya no estaba sola. Antonelli la llevo a lugares de un encanto singular, le demostro que los mejores platillos franceses y los mejores vinos, se encontraban en modestos locales del Barrio Latino. La llevo al teatro, a conciertos... Quien sabe cuando empezaron a tomarse de las manos, pero una tarde Antonelli la abrazo para que no sintiera tanto frío... Pero el frío que sentía era muy distinto y paseando de aquí para allá terminaron en su buhardilla.
Aquella primera noche él se preocupo por calentar la habitación arrojando al fuego los cuadros que no habían tenido éxito. Y también quemó algunos muebles viejos... Victoria se reía y no pudo menos que prepararle un espumoso chocolate que en esos momentos supo a gloria.
Mientras la nieve caía y cubría las ventanas, Victoria sentía un calor distinto. Atras quedó la tristeza y mas bien nació en ella una nueva ternura, que él tambien sentía... Y asi fueron felices hasta las primeras luces del alba.
Continuando con el tour, Victoria fue a Venecia y aunque tuvieron que viajar separados, Antonelli la estaba esperando... Y continuaron sus paseos, sintiendose más felices que nunca. Pero cuando a la semana le dijo que el tour le exigia viajar a Viena, Antonelli no supo que responder. No le quedaba más dinero y tenía que quedarse.
Fue una separación muy triste. Victoria viajó a una de las ciudades mas romanticas del mundo, pero sin su gran amor nada significaba el Danubio, ni los palacios y jardines. En Amsterdam fue peor. Ni siquiera visito la ciudad, se quedo encerrada en su habitación pensando que una vez más la felicidad la había abandonado para siempre.
Tampoco a Antonelli le fue muy bien. Sin Victoria todo muy triste. No era lo mismo pasear en góndola si ella no estaba a su lado. Si al menos tuviera dinero, correría a buscarla...
Doña Victoria regreso a Buenos Aires mas triste que cuando partió. Su familia estaba allí, le hacía mil preguntas que ella no quería responder. Al momento de coger su equipaje escucho una voz... Una voz melodiosa que conocía muy bien. Se volvió... Y su amado estaba allí.
-           Pense que no podría encontrarte...
-           ¿Pero como?
-           Compraron uno de mis cuadros en diez mil euros... Y hay otros ansiosos de comprar mis telas. Creo que la mala racha pasó... Pero ahora que no soy pobre ¿Me seguiras queriendo como antes?
¡Por supuesto que lo quería! Ambos tuvieron mucho que explicar a hijos, nueras y yernos, pero viajaron juntos en el mismo auto... Y era fácil notar, por el modo en que se tomaban de las manos, que esta vez ninguno estaba dispuesto a perder al otro...

Lima, 30.07.2011
UN ENEMIGO LEAL

Lo ultimo que Antonio Barreto escucho de su esposa fue:
-  Si en verdad me quieres, podras encontrarme.
Se sumergio entonces en lo que parecía un sueño. Pero no desperto más. Aquella noche el medico certifico que María ya no estaba con nosotros y lo unico que hizo Antonio fue llorar largo rato en silencio.
Fue como si el mundo hubiese acabado para él. Durante el sepelio se nego a recibir a los invitados, incapaz de comprender porque tenía que escuchar el pesame de tanta gente que apenas había tratado durante tantos años. En los días siguientes se negó a salir de su casa y no quiso hablar con persona alguna... Sus hijos trataban de animarlo, pero era inútil. Su tristeza era tan grande que necesitaba emborracharse para tratar de olvidar.
Así pasaron varias semanas. Celia, su hija menor, le dijo que saliera, que tratara de rehacer su vida. Fue como si escuchara una voz que venía de muy lejos. Pero tenía razón y recién entonces empezó a salir y en los días siguientes no hizo más que caminar de un lado a otro, caminar hasta donde lo permitieran sus piernas. Caminar hasta que el cansancio lo obligaba a volver a casa donde exhausto quedaba profundamente dormido.
Un día como los demás, un día sin nombre como cualquier otro, Antonio entró a una discoteca y con indiferencia se sentó en una de las mesas, contemplando a tantos jóvenes que se divertian, como si el tiempo no existiera, y su alegría fuese eterna.
Recordando a María, dijo para si:
-  "Si en verdad me quieres, podras encontrarme"... ¿Pero donde te voy a encontrar si ya no estas?
Miro a un lado, a otro... Y entonces, como si saliera el Sol después de una noche interminable, la vio por primera vez. Joven y hermosa, rodeada de muchachos que batian las palmas al verla bailar y que la agazajaban llamandola "La reina del Amanecer".
-  ¿Por que la llaman así? - Pregunto al mozo.
-  Se llama Fabiola. Es la reina del local.... Es incansable y se divierte bailando hasta el amanecer.
Y en verdad que era hermosa. Lo soberbio de su cabellera rubia invitaba a la caricia, lo mismo que sus facciones, tan finas que parecían delineadas con un pincel. Había algo de travieso en su mirada y en sus labios... En sus labios había algo que no podía resistir. Cuando menos lo pensó estaba bailando con ella y cuando ella rió, el rió también... Como si después de mucho tiempo al fin se disipara su tristeza y se le abrieran las puertas del paraíso.
Cuando se despidieron, le pregunto si podrían encontrarse en algún otro lugar y le dijo que había un café cercano que mucho visitaba. Allí se encontraron dos días más tarde y todo cambio a partir de entonces. Paseaban por los parques, visitaban los monumentos y museos, salían a comer o a alguna fiesta. Mientras más la conocía, mas cautivado se sentía por ella. Era una chiquilla, engreida, caprichosa, impredecible... Pero sabía hacerse querer, sabía divertirse y sabía como hacerlo sentir el hombre más dichoso del mundo.
Un día le regalo unos aretes muy finos, de brillantes engarzados en platino. Ella arrugo su fina varicita y dijo:
-  No puedo aceptar regalos así...
-  No lo tomes como un regalo entonces... Tomalo como un prestamo... Seran tuyos mientras me quieras un poco.
Aquello parecía más razonable y acepto. Luego le regaló una pulsera de oro y después un collar... En dos semanas confiaban tanto el uno en el otro, que le confeso que la quería de un modo que no había conocido nunca. La sentía en su sangre, en su alma... Sentía como que antes de conocerla le hubiese faltado un brazo o una pierna, pero que ahora estaba completo. Ahora era feliz.
-  No resultara... - Dijo ella tratando de ser franca - Para los dos todo esto no es mas que un capricho.
-  Para mi es un capricho que durara toda la vida... ¿Aceptarías casarte conmigo?
No le respondió... Pero Antonio regreso a su casa al día siguiente... Y no sería la primera vez que pasaría las noches fuera de casa.
Sus hijos estaban escandalizados. Ellos conocían a Fabiola.
-  Ella tiene la misma edad que yo - le dijo su hija mayor - ¡Tarde o temprano te dejara por alguien mas joven!
-  Por supuesto que me dejara... Eso es inevitable... ¡Pero hasta entonces seré feliz!
-  ¡Ni pienses que la vamos a aceptar! - le recrimino su hijo Arturo.
-  Que ella me acepte es todo lo que me importa.
-  ¿Y compartir con ella nuestra herencia? - le dijo Celia - ¡Eso jamas te lo perdonare!
-  ¡Quedense con todo entonces! ¡Con el dinero, con la casa, con lo que quieran!... Solo dejenme un rincon donde pueda vivir mis ultimos años con ella.
No hubo forma de convencerlo, pero a solas le dijo a Celia:
-  ¿Cuanto tiempo mas me queda por vivir? Tengo 50 años... Pronto estare viejo, seré un estorbo y ya no habran mas ilusiones para mí.
Celia no supo que decirle. Era su padre y deseaba que fuera feliz. Pero conocía a Fabiola y dijo:
-           Te hara sufrir...
Ocurrió antes de lo que Antonio esperaba. Un día Fabiola no se comunico con él. Luego le dio excusas para no volver a encontrarse y una tarde, cuando fue al Café donde acostumbraba ir, se encontro con un muchacho que bebía en la barra y que parecía aguardarlo.

Algo sabía de él. Fabiola le dijo que una vez habían sido novios, pero que prefería no saber más de él. Ahora lo vio y como si tal cosa, el chico le dijo:

- Me llamó Miguel. Fabiola debio contarte algo de mí.

- Te portaste muy mal con ella...

- Tambien ella hizo lo suyo. No eramos novios. Pero si alguna vez tuvo un amigo de confianza, ese amigo fui yo. Cuando supe que se había enamorado de otro no dije otro, no dije nada. Ella esta en su derecho de ser feliz. Pero cuando me di cuenta que al mismo tiempo estaba con otros... Entonces le dije estaba haciendo mal y eso no me lo perdono. Me echo en cara que la estuviese espiando, que anduviese en chismes, que la estuviese acosando. Nada de esto era verdad, pero no hay forma de razonar con ella. No quiso saber mas de mi... Hasta ahora. Me pidio que te entregara esto.

Era una caja y dentro de ella estaban todas las joyas que Antonio le había regalado.

- ¿Donde esta? - Pregunto, sintiendo un puñal en el corazón.

- Conocio alguien mas joven, mas apuesto, sin compromisos familiares, con mas dinero... Y se fue. No lo tomes así, de aqui a un par de semanas es probable que su nueva conquista este aqui mismo, emborrachandose por ella, incapaz de comprender porque lo dejo por otro. Asi lo hice yo y así lo haras tú... Tuvimos nuestra oportunidad y esta ya paso. Hay que resignarse a haberla perdido.

- ¿Pero por que? ¿Que hice mal?

- Tú no hiciste nada mal. Ni lo hizo yo, ni otros que la conocieron. Ella es así. Nació para ser libre, para ser féliz. Desde que nació todos la han mimado y consentido, inculcandole que era exepcional, que el mundo estaba a sus pies. Ella lo cree y por tal razón considera que nos hizo un favor ofreciendonos por un tiempo la magia de su cariño. No podemos pedir más.

Antonio sintio que caia en un abismo. No podía creer lo que estaba pasando.

- Tantas promesas, tantas ilusiones, tanto pasión y ternura... ¿Es que todo fue una mentira?

- No. A su modo ella fue leal. Te amo tanto como podía. Pero tanto para ti como para mi, todo eso ya paso.

- ¿Alguna vez ella y tú...?

- Eramos muy jovenes entonces. No nos fue tan bien como crees.

No quedaba mas que decir. Miguel bebio de un solo sorbo todo el contenido de su vaso y con los ojos llorosos, le dijo:

- Aclaremos las cosas. Si Fabiola me vuelve a dar una oportunidad y tú te vuelves a interponer en mi camino, por ella mentire, traicionare y si es necesario darnos de trompadas, lo hare sin el menor remordimiento.

- Yo tambien lo hare.

- ¿Enemigos entonces?

- Enemigos.

Y se dieron las manos. Cada uno apreto con fuerza el puño del otro y estaba claro que ambos tenían la misma fuerza.

- Pero hasta entonces nada impide que nos tomemos unos tragos.

Y pidiendo unas botellas al mozo se emborracharon hasta la madrugada. Eran enemigos. Pero enemigos leales que en el fondo, se guardaban un profundo respeto.


Lima, 27.07.2011
EL DIVORCIO DEL RABINO
(Un Cuento del Talmud)

Hace mucho tiempo, por la época en el pueblo elegido tuvo que dispersarse por toda la Tierra luego de ser destruido el templo de Jerusalén, hubo un rabino que se destaco por su prudencia, su conocimiento de las escrituras y la seriedad de sus negocios. Cuando él daba su palabra, esta palabra valía mas que un contrato escrito. Podría morirse de hambre, pero jamás dejaba sin pagar una deuda. Hacia esto, porque como buen rabino él no vivía de las ofrendas de los fieles, si no de su propio trabajo. Esto le gano el respeto de cristianos y judíos.
Sucedió que luego de muchos años, luego de leer con cuidado la Torah o Antiguo Testamento, descubrió que el deber de todo buen judío era tener hijos. Las persecuciones se sucedían una tras otra, pero mientras quedase un solo hebreo, el pueblo de la ley y la Ley misma estarían a salvo.
Pero él empezaba a tener sus años y no había tenido hijos. Estaba casado con una mujer buena, sencilla, un pan de Dios. Pero no le había dado hijos y cumpliendo la Ley, un día la llamo y le dijo:
-           Mujer, te quiero mas que a nadie en el mundo. Contigo he sido muy feliz, pero la Ley me exige tener descendencia y no nos queda mas remedio que separarnos.
La mujer se puso muy triste, pero el rabino le dijo:
-           Pero no quiero que todos piensen que me separo de ti de mala manera. Voy a organizar una gran fiesta. Invita a tus parientes y tus amigos, para que sepan que no te guardo el menor rencor.
Y así lo hicieron. Celebraron una gran fiesta, con los mejores potajes e invitaron a sus familiares y amigos. También tomaron vino. Y he aquí que mientras mas bebían, todos se ponían mas y mas tristes. El rabino recordó tantas cosas, había pasado tantos momentos felices con tan buena mujer, que en cierto momento, al borde de las lágrimas, dijo:
-           Amada mía, con nada podría pagar todo el bien que me has hecho. Y en presencia de todos digo: Llevate de esta casa lo que mas te guste. ¡Lo que sea!... Elijas lo que eligas Es tuyo.
Y se fue a dormir, convencido de que la Ley era muy dura, pero tenía que cumplirla.
Y pasaron las horas y al despertar se encontró en un lugar muy distinto. No comprendía lo que había pasado y apareció entonces su mujer invitándole a desayunar.
-           ¿Donde estoy? – pregunto. Y la mujer le dijo:
-           Estas en casa de mis padres.
-           ¿Pero que hago yo aquí?
-           Tu dijiste: "Llevate de esta casa lo que mas te gusta"... Y lo que siempre mas me ha gustado... ¡Eres tú!
Palabra dada, deber que cumplir, y siguieron viviendo juntos y felices hasta el fin de sus días.

jueves, 3 de mayo de 2012

UN CAPRICHO

UN CAPRICHO TAN SÓLO…





-           De modo que quiere casarse con mí hija…
-           Reconozco que mí pedido es un poco extraño. Pero en estos dos años Alejandra y yo nos hemos llegado a conocer tan bien que...
-           No diga más. He hablado con Ale largo y tendido. Ella lo estima muchísimo. Lo admira y lo respeta…
Desde un rincón, Ale se mordía las uñas. Sí alguien me quiso alguna vez era ella. Durante dos años nos habíamos confiado nuestras vidas y cada uno había terminado enamorándose del otro. Ahora que la fortuna me sonreía, que uno de mis software había causado una gran impresión en una de las empresas eléctricas más importantes de la Argentina, lo primero que pensé fue en formalizar nuestra relacion y casarme con ella.
Mí pedido resulto insólito, pero durante dos semanas Ale había preparado a sus padres para la noticia. Su madre fue la primera en entender. Sus hermanos no creían que resultara, pero también se hicieron a la idea. Pero su padre era un hombre chapado a la antigua y no sería fácil convencerlo. Dependía de él que me aceptaran en la familia…  Por un momento guardo silencio, se puso de pie, dio unos pasos por la sala y por fin nos encaro diciendo:
-           Si no queda más remedio…  Casense
Aquello basto. Ale se abalanzó hacia mí y estaba a punto de abrazarme, cuando su madre la sujeto diciendo:
-           Espera un momento niña, que tú padre ha concluido aun.
-           De esta casa sólo saldrán en compañía de uno de mis hijos.
-           Sí así lo dispone… Así será.
-           Fabiola deberá concluir sus estudios…
-           ¡Papá!
-           ¿Estudiar? – dijo burlón uno de sus hermanos - Pierde cuidado papá, que ella aprenderá muchas cosas de aquí en adelante…
Al oír esto Fabiola se ruborizo... En cuanto a mí, hice de cuenta que me faltaba aire. La señora Alvear trato de calmar los ánimos diciendo que la cena estaba lista. Ya más tranquilos hicimos un brindis y rogamos (ella más que nadie) que semejante noviazgo tuviese buen fin.
-           ¿Se establecerá en Buenos Aires, señor Viera?
-           Sí... Pero primero tengo que viajar a España. Tengo otros proyectos que quizás también les interese a ellos.
-           ¿Cuánto tiempo estarás lejos? – Pregunto Fabiola.
-           Un par de semanas… Quizás más… Quien sabe. Sí la compañía esta interesada en mis nuevos dispositivos, a lo mejor nos vamos a España…
-           ¡Yo no quiero que te vayas tan lejos! – Dijo la señora Alvear a su hija.
-           Aun no hay nada seguro… De todos modos estaré de regreso en un mes.
Concluida la cena Fabiola y yo pasamos a la sala y nos dejaron solos. Era más que seguro que nos estaban espiando así que hablamos en voz baja.
-           Hubo momentos en que pensé que nunca nos llegaríamos a encontrar…
-           ¿Y que de mí? Por la forma en que escribías en el club yo no hacia sí no preguntarme que chica se quedaría primero contigo…
-           ¡Vamos Ali! (así es como la llamaban todos en confianza) enviar algunas notas y poemas no significa nada, tan sólo trataba de ser amable…
-           ¡A mí con ese hueso! Sí en adelante me entero que vuelves a flirtear con la tal Eliana… ¡Yo te mato!
-           ¡Mí niña linda! No te garantizo que vaya a ser fiel pero voy a intentarlo.
Lo dije en broma, pero el coscorrón que Ali me dio era muy en serio. Era muy niña, pero tenía su genio, por eso llego a gustarme tanto. Recordando bien, fue ella la que desde un principio me cortejo a mí… Y durante dos años no hizo sí no insistir e insistir… ¡Para que me casara con ella!
-           En serio Ali… ¿Qué de bueno viste en mí?
-           Eres sincero, inteligente, muy bueno… Más bien no entiendo como fue que te fijaste en una chiquilla como yo.
-           Una chiquilla muy tierna que le gustaba la misma música que yo, que me tomaba en serio y que confiaba en mí. Una vez te dije que era demasiado mayor, que vivíamos en países muy distantes y que no tenía nada que ofrecerte… Y tú me respondiste que sí yo realmente te quería, buscaría la forma de vencer la distancia, las adversidades… Y que sí lo lograba, tú te encargarías de vencer al tiempo…
-           Y lo vencimos… ¿No?
-           Aun no estoy seguro de ello. De aquí a unos años serás una mujer joven y hermosa… Te sobraran admiradores y yo…
-           Lo que vendrá, vendrá... Lo único que quiero es vivir contigo.
-           Hay que pensar en todo… ¿Recuerdas la canción que te envié? “¿Me seguirás queriendo mañana?”… He pensado que lo mejor sería casarnos por lo civil. Sí esta relación no resulta, podrás separarte de mí y casarte de blanco en una iglesia y con quien realmente te merezca…
-           ¡Que manía tienes de echarte al suelo! Sí quieres deshacerte de mí, dímelo de una vez.
-           Sí que eres obstinada. Pero sí nos casamos…
-           ¿Sí nos casamos que?
-           Será… Será… ¡Será como tú digas!
Fabiola era un amasijo de contradicciones. En aquellos días había comprobado que era muy amorosa y tierna… Pero imponía su voluntad y sabía hacerse respetar. Era muy ingenua, pero se las sabía todas y si no me conocía del todo, estaba convencida que en adelante tendría que andar derechito con ella. En pocas palabras, era la mujer que necesitaba un despreocupado bohemio como yo. Fabiola lo sabía y por eso nos queríamos tanto.
Nuestra despedida tomo un poco de tiempo (sus padres prefirieron dejarnos en el jardín, pero sus hermanos nos cronometraron 54 segundos justos) y cuando regrese a mí cuarto, tuve la sensación de que conocer a Fabiola era lo mejor que hubiese pasado en mí vida.
A los pocos días tome un avión que me llevaría a España. Esta vez, en el aeropuerto, Ali no necesito disimular su inquietud al despedirse de mí. Aprovechando de que ya éramos novios, esta vez sí pudo abrazarme y besarme a su gusto… Y no como la primera vez que se ganó una buena reprimenda y tuvo que escuchar un larguísimo sermón en casa. Por mí parte estaba conmovido. Durante mucho tiempo había sufrido todo tipo de desplantes y burlas. Nadie creyó en mí y se burlaban de mis proyectos. Ella sí creyó en mí. Me dio ánimos y sí ahora estaba en los umbrales del éxito era por ella.
El viaje a Madrid fue largo y reflexione con mucha calma en lo que estaba por hacer. Yo quería a Fabiola, la amaba de verdad. Pero en aquellos dos años habían pasado muchas cosas. Ocasiones hubo en que pensé que aquella relación no tenía la menor esperanza, que por el propio bien de ambos no debía hacerla forjar ilusiones y tenía que hacer lo posible por olvidarme de ella. Sin que ella lo supiera había conocido a alguien más… Y sí quería recuperar la tranquilidad y la paz de mí espíritu, primero tenía que sacarme aquel clavo que me había atormentado durante seis meses.
Llegue a Madrid, me aloje en un buen hotel y tomándome un descanso por aquello del cambio de horario, no fue sí no hasta el día siguiente que me presente en el salón de juntas de la “Compañía Termo hidroeléctrica de Castilla Nueva”, donde presente a sus ejecutivos los planos generales de un nuevo tipo de circuitos que les permitirían mejorar el servicio sin mayor gasto de combustibles fósiles y a un costo mínimo.
Aquella tecnología era de mí propia invención. Durante años experimente en mí propia casa en base a mis propios cálculos y cometiendo error tras error hasta descubrir el procedimiento correcto. Fui muy audaz al proponerles a los ejecutivos de la Compañía Energética del Plata que me dejaran vender en su nombre esta tecnología a cambio, claro esta, de una jugosa comisión. No llevaba más que unos días en la empresa y ya demostraba tener más talento que sus mejores ingenieros, que eran buenos, pero que eran incapaces de crear algo nuevo y seguían pendientes de los informes que llegaban del extranjero.
Los ejecutivos de Castilla Nueva quedaron muy impresionados. Durante años habían buscado algo parecido y habían gastado una fortuna en investigaciones… Confidencialmente me dijeron que la empresa necesitaba de alguien como yo, que aportara nuevas ideas. Pero les disgusto que trabajara para una empresa argentina que apenas era conocida fuera del Nuevo Mundo. Podría hacer carrera y ganar mucho más sí me olvidaba de la Compañía del Plata y trabajaba para ellos. Pero ahora fui yo quien les dije que tenía que pensar en su propuesta y acordamos volver a discutirlo la semana siguiente.
De regreso a mí hotel me sorprendió descubrir que todos mis gastos habían sido pagados por cortesía de la Compañía de Castilla Nueva. En otras palabras, mí estadía no me costaría un centavo, así que decidí darme la gran vida recorriendo todo el país como un respetable turista.
Llegue a Galicia y me apresure a buscar la Universidad de la Coruña. Busque la Facultad de Humanidades y casi escondido en el café de los estudiantes pregunte a uno de ellos sí casualmente conocía a una chica llamada Celia Castillo Arteaga. Los ojos del chico se iluminaron y dijo:
-           ¡Quien no la va a conocer! Nos tiene hechizados a todos. ¡Precisamente allí viene nuestra estrella!
Aquel año Celia se había hecho relativamente famosa enviando unos videos. Al volver a su cuarto y a modo de pasatiempo, encendía la cámara de su computadora y frente a ella hacia el Play Back de distintas artistas y los enviaba por el Youtube. El ingenio que demostraba era increíble. Por momentos era una chica dulce e inocente, otras alegre y en ocasiones fuego puro. Los videos habían tenido un éxito increíble entre sus conocidos y aun más allá… Hasta mí lejano país donde los ví con asombro. Me apresure a escribirle asegurándole que nadie me había hecho sentir así. Porque no sólo tenía talento. ¡Era bellísima! Un angelito tal y como lo imaginamos todos: blanca, rubia y de ojos azules… Pero un angelito de formas tan sugestivas, que uno terminaba sintiendo un picazón de esos que no sabe donde rascarse. ¡Olvídense de Paulina Rubio, Thalia o Shakira! Celia, a su modo, las superaba a todas. ¡Era sensacional!
Pero por más que le escribía, apenas sí se dignaba en responderme. Mí error fue ser demasiado franco al registrarme en el Youtube. Ella sabía de mí edad y no era halagador que ella, la chica más popular de La Coruña, con apenas 25 años, fuese cortejada por alguien que le doblaba en edad. Mis últimos mensajes eran casi un ruego. El sólo verla me hacia sentir más joven, me hacían creer que aun tenía la oportunidad de ser feliz. Pero no me respondía, no necesitaba, no debía hacerlo. Estábamos demasiado lejos y ella no era de los que creen en amores platónicos. Lo mejor era olvidarla.
Recién entonces me sentí viejo de veras. Nunca repare en que los años pasaban. En ocasiones me sentía un poco amargado al notar que los demás no me tomaban en cuenta y tenían en poco mí talento, pero muy en el fondo me sentía igual de joven e inquieto. Celia me hizo poner los pies sobre la tierra. El tiempo había pasado inexorable. No había logrado ninguna de mis metas y pretender a una chica como ella era ridículo… Sin decir una palabra, con su sola indiferencia, comprendí que el éxito y la fortuna nunca llegarían a mí y que lo único que me quedaba era envejecer y morir.
Pero en los últimos dos meses todo había cambiado. En la compañía del Plata se sorprendieron que nadie en mí país hubiese valorado mí talento y me contrataron en el acto. Ahora en Madrid sentía el éxito y la fortuna en la yema de mis dedos… Y así fuese para demostrarle de lo que era capaz necesitaba presentarme ante ella. Sí como hombre era un fracaso al punto que tenía que renunciar a su cariño, que me lo dijese en mí cara…
Al verla a pocos pasos de mí me acerque a ella, tan ajeno a mí conciencia como sí fuera un poseído. Las primeras palabras fueron difíciles. A ella le extraño verme. Hasta parecía irritada. ¿Quiera era yo para interrumpir su camino? Ni siquiera me miró cuando le di mí nombre y se limito a arrugar la nariz. No teníamos nada de que hablar, estaba a punto de irse cuando mirándola fijamente a los ojos le rogué que me concediera unos minutos y un poco de atención…
Y se lo dije todo. Que sus videos despertaba mí fantasía, ansiosa de inquietud, cariño y ternura. Que durante aquellos meses me había obsesionado tanto con ella que me sentía incompleto sí no lograba estar a su lado. De mí incapacidad de aceptar que nada podía haber entre los dos. Me escucho incrédula. No podía entenderme. Quiso marcharse, pero tomándola del brazo le dije casi con desesperación:
-           Es cierto que soy mayor que tú… Demasiado… Pero lo más triste de llegar a mis años no es envejecer… ¡Es sentir que en el fondo uno se sigue sintiendo joven, con más necesidad de cariño que nunca! Sí no quieres saber de mí. ¡Dímelo! ¡Pero al menos quiero oírlo de tus labios!
Agache la mirada entonces. Esperaba el golpe final y sólo deseaba que fuera rápido. Ni siquiera la ví cuando ella me dijo:
-           Nadie me ha escrito como tú… Hay tanta emoción en algunas cartas que me has enviado, que a veces lloraba sin poder evitarlo… Pero te haría mucho daño dándote falsas esperanzas… Nada puede haber entre los dos... Mí novio esta en Londres y apenas regrese, viviremos juntos…
Así se vivía entonces, no había lugar para el romance. Todo se reducía a vivir juntos, casarse ya no era necesario. Desde mí juventud habían cambiado tanto las cosas que me sentía un extraño. Pero no podía quedarme atrás y con cierta ligereza comente:
-           Yo también tengo un compromiso que debo respetar… Pero por un par de semanas podríamos olvidarlo…
Esta vez ella me escucho con más atención.
-           ¿Me parece o me estas proponiendo algo?
-           Alguien lo dijo una vez: “La única diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida, es que el capricho dura un poco más”
-           ¿Un capricho? ¿Eso es lo que quieres conmigo?
-           ¿Y tú no?
Sonrió entonces… Sonrió de un modo mágico... Y por la forma en que miró, note que algo de diablillo había en ella. Casi riéndose exclamo:
-           Un capricho no dura mucho tiempo…
-           Por poco tiempo que fuera… ¡A tú lado me sentiría en el cielo!
-           Tengo un genio difícil… Te voy a hacer sufrir…
-           ¡Hay cosas en las que uno debe morir en el intento!
Ahora se río con ganas. Y yo sonreí, mordiéndome los labios como sí anhelase algo… Fue una emoción extraña: Como sí el mundo no existiera, como sí estuviéramos solos en el mundo… Le tome de la barbilla, la acerque hacia mí y puede decirse que mí nariz acaricio su rostro antes de atreverme a darle un beso. Al final salimos juntos de la universidad. A nadie le sorprendió. Era tan natural entre los jóvenes salir así…
En los días siguientes paseamos mucho. Recorrimos las playas de Galicia, nos internamos en sus campos, entramos a sus castillos y monasterios. Y pasamos mucho tiempo a solas, registrándonos con otros nombres. No diré lo que vivimos entonces pero sí que aquellos momentos no los olvidare nunca.
-           Pensé que eras… un poco distinto.
-           ¿Romántico, soñador y todas esas cosas?
-           Eres un farsante – me respondió con una sonrisa –. Tú no eres así.
-           Lo soy. Soy todo lo que tú dices. Romántico, soñador, aventurero… Un farsante que trata de ser feliz, a veces lo logra, a veces no…
-           Pues la estas pasando de maravilla… ¡Y a mí costa!
Era bellísima, apasionada, tierna… La mujer ideal. Muy en el fondo yo sabía que aquello no podía durar. Pero los días pasaban volando y era mejor no pensar en el mañana. Ella tampoco lo hacia. Era como un pajarillo que sólo deseaba volar por todas partes sin estar atado a nada ni nadie.
Un día visitamos Finisterre. Subimos a un peñón muy alto y desde ahí vimos las indómitas aguas de aquel remoto rincón del Atlántico.
-           Este lugar encaja conmigo – Le dije a Celia sujetándola bien por la cintura – Finisterre… El Fin del Mundo. Para los antiguos este era el último rincón de Europa: Al doblar este peñón podían navegar más al sur o al oriente, pero no al oeste. Sí me estableciera en España me gustaría vivir aquí.
-           ¿Por qué no te quedas? Tengo entendido que te han hecho una buena propuesta…
Calló entonces. Yo podía quedarme en el país, pero sin ella quedarme no tenía el menor sentido. Su novio estaba por volver y yo tenía que regresar a la Argentina. A los dos nos convenía olvidar. Estos momentos nunca ocurrieron y sí alguna vez nos encontrábamos, lo mejor sería ignorarnos.
Regrese a Madrid varias veces en aquellas semanas. La Junta directiva de la Compañía de Castilla Nueva estaba decidida a contratarme, pero mis condiciones le parecían excesivas. En privado uno de los ejecutivos me dijo que mí obstinación era contraproducente.
-           En Argentina ganara la mitad de lo que le ofrecemos aquí y nunca pasara de ser un buen ingeniero. Aquí no sólo ganara más sí no que con el tiempo podría hasta llegar a formar parte de la Junta de Directores. ¡Acepte lo que le ofrecen y deje de portarse como una Prima Dona!
-           Es cuestión de principios, le prometí a la Compañía del Plata trabajar para ellos. A nombre de ellos puedo ofrecerle mis circuitos a una tarifa bastante razonable, pero hacer negocios por mí cuenta a espalda de sus directores sería casi una traición…
-           ¿Ha firmado algún contrato con ellos?
-           No, pero apenas regrese…
-           ¡Es usted un tonto señor Viera! En esta vida cada uno debe pensar en sí mismo y en nadie más. ¡Olvídese de lealtades y firme!
-           Precisamente por eso no quiero firmar el contrato que me ofrecen. También tengo que pensar en mí…
Al menos en aquella oportunidad mí lealtad sirvió de algo. Me llamaron por teléfono de Buenos Aires. Le dije al Vicepresidente de la Compañía del Plata que había logrado vender los nuevos circuitos y que estaba por regresar con un pedido millonario por parte de de Castilla Nueva. El Vicepresidente me felicito… Y me dijo que sabía que esta compañía me había hecho una buena propuesta y la había rechazado. Mí actitud les pareció admirable y apenas regresara a Buenos Aires tenía reservado para mí un buen puesto, con un sueldo mucho mayor de lo que esperaba.
Celia y yo nos encontramos por última vez en un Night Club en las afueras de Madrid. Queríamos estar animados, pero era difícil tener que decirnos adiós. En aquellas semanas había descubierto que Celia no era tan superficial como muchos creían. Por el contrario. Su cariño era demasiado grande como para comprenderlo. Nació para ser feliz… Pero al verla tan joven y hermosa no me resignaba a perderla. Brindamos y ella comentó con cierta ironía:
-           ¿Cómo dijiste una vez? ¿Qué un capricho dura mucho más que una pasión para toda la vida?... Quien lo halla dicho tenía toda la razón…
-           Yo tampoco podré olvidarte… Sí al menos fuera posible…
-           ¿Cortar con Bryan? Podría hacerlo ¿Pero que ganaríamos los dos?
-           Para que algo sea hermoso, tiene que terminar…
-           Es mejor que todo acabe aquí…
Al día siguiente tome un avión que me llevo a Buenos Aires. Debía sentirme un miserable. Pero mí pena era tan grande que aquel dolor era de por sí un castigo. Dejaba en España a una mujer preciosa que al menos me hizo feliz por unos días… Que haría feliz a otro… Y que tenía que aprender a olvidar.
Tal y como lo pensé, Fabiola se encontraba en el aeropuerto, feliz de que volviera a su lado. Y sin poder evitarlo llore largo rato, sin que ella comprendiera la razón. Nunca debía saberlo. Me había quitado un peso de encima, estaba libre de una pasión… Y me sentía el más desdichado de los hombres.




Lima, 06.10.09
Lima, 07.10.09