domingo, 4 de noviembre de 2012

ROMANCE DE INVIERNO

Doña Victoria se casó muy joven. A los 20 tuvó su primer hijo al que llamo Enrique, le siguió Alejandra y despues los gemelos Andres y Jimena. Fue una buena esposa, comprensiva y leal. A los 40 años asistió a la iglesia para ver como Alejandra se casaba de blanco. A los 41 le toco el turno a Jimena y a los 43 Enrique y Andres, ya comprometidos con dos buenas jovencitas, se pusieron de acuerdo para casarse juntos y así ahorrar gastos.
A los 44 quedo viuda y durante un año no hizo si no suspirar y llorar en los rincones de su casa. Aquello empezó a preocupar a su familia y un día Andres, en nombre de todos, le dijo:
-           Esto no puede ser mamá. No puedes estar triste toda la vida... ¿Que te parecería un viajecito por Europa?
-           ¿Europa? ¿Y que voy a hacer allá?
-           Es un tour de un mes. Visitaras Paris, Venecia, Viena y por último Amsterdam. Claro que no en primera clase... Pero te aseguro que te divertiras muchísimo. En el viaje podrás conocer a muchas personas y ten por segura que regresaras como nueva...
No había más que discutir. Y pocos días mas tarde, en presencia de sus hijos, yernos y nueras, y por supuesto de su nieto Carlos, de apenas seis meses, abordo un avión que de Buenos Aires la llevo a Paris, La Ciudad Luz.
Pero sus hijos habían olvidado que cuando aquí estamos en Verano, en Europa estan en Invierno. Cuando Doña Victoria llegó hacía un frío tremendo. El viento azotaba los árboles y el cielo tenía el color plomizo de una inmensa sabana puesta a secar. Sin animo de conocer los museos o teatros, se encerró en la habitación del hotel y recien al tercer día se animo a salir.
Hay un bello lugar a orillas del Sena. Un manto blanco parecía cubrirlo todo, los niños patinaban sobre los estanques y reian lanzandose entre sí bolas de nieve.
Allí estaba cuando vio un hombre bien abrigado y pintando una bella escena de invierno. Ella lo miró con curiosidad, él, muy hamable, le sonrió y sin mas preambulos conversaron de muchas cosas: de la pintura, de los jardines de la ciudad, del Invierno... Se llamaba Antonelli y era italiano, había viajado a Francia con el deseo de que alguien reconociera su talento. Y lo tenía, era un genio... Pero como todos los genios ignorados, vivía pobremente en una buhardilla, convencido que algún día su talento lo haría triunfar.
A partir de ese día Victoria ya no estaba sola. Antonelli la llevo a lugares de un encanto singular, le demostro que los mejores platillos franceses y los mejores vinos, se encontraban en modestos locales del Barrio Latino. La llevo al teatro, a conciertos... Quien sabe cuando empezaron a tomarse de las manos, pero una tarde Antonelli la abrazo para que no sintiera tanto frío... Pero el frío que sentía era muy distinto y paseando de aquí para allá terminaron en su buhardilla.
Aquella primera noche él se preocupo por calentar la habitación arrojando al fuego los cuadros que no habían tenido éxito. Y también quemó algunos muebles viejos... Victoria se reía y no pudo menos que prepararle un espumoso chocolate que en esos momentos supo a gloria.
Mientras la nieve caía y cubría las ventanas, Victoria sentía un calor distinto. Atras quedó la tristeza y mas bien nació en ella una nueva ternura, que él tambien sentía... Y asi fueron felices hasta las primeras luces del alba.
Continuando con el tour, Victoria fue a Venecia y aunque tuvieron que viajar separados, Antonelli la estaba esperando... Y continuaron sus paseos, sintiendose más felices que nunca. Pero cuando a la semana le dijo que el tour le exigia viajar a Viena, Antonelli no supo que responder. No le quedaba más dinero y tenía que quedarse.
Fue una separación muy triste. Victoria viajó a una de las ciudades mas romanticas del mundo, pero sin su gran amor nada significaba el Danubio, ni los palacios y jardines. En Amsterdam fue peor. Ni siquiera visito la ciudad, se quedo encerrada en su habitación pensando que una vez más la felicidad la había abandonado para siempre.
Tampoco a Antonelli le fue muy bien. Sin Victoria todo muy triste. No era lo mismo pasear en góndola si ella no estaba a su lado. Si al menos tuviera dinero, correría a buscarla...
Doña Victoria regreso a Buenos Aires mas triste que cuando partió. Su familia estaba allí, le hacía mil preguntas que ella no quería responder. Al momento de coger su equipaje escucho una voz... Una voz melodiosa que conocía muy bien. Se volvió... Y su amado estaba allí.
-           Pense que no podría encontrarte...
-           ¿Pero como?
-           Compraron uno de mis cuadros en diez mil euros... Y hay otros ansiosos de comprar mis telas. Creo que la mala racha pasó... Pero ahora que no soy pobre ¿Me seguiras queriendo como antes?
¡Por supuesto que lo quería! Ambos tuvieron mucho que explicar a hijos, nueras y yernos, pero viajaron juntos en el mismo auto... Y era fácil notar, por el modo en que se tomaban de las manos, que esta vez ninguno estaba dispuesto a perder al otro...

Lima, 30.07.2011
UN ENEMIGO LEAL

Lo ultimo que Antonio Barreto escucho de su esposa fue:
-  Si en verdad me quieres, podras encontrarme.
Se sumergio entonces en lo que parecía un sueño. Pero no desperto más. Aquella noche el medico certifico que María ya no estaba con nosotros y lo unico que hizo Antonio fue llorar largo rato en silencio.
Fue como si el mundo hubiese acabado para él. Durante el sepelio se nego a recibir a los invitados, incapaz de comprender porque tenía que escuchar el pesame de tanta gente que apenas había tratado durante tantos años. En los días siguientes se negó a salir de su casa y no quiso hablar con persona alguna... Sus hijos trataban de animarlo, pero era inútil. Su tristeza era tan grande que necesitaba emborracharse para tratar de olvidar.
Así pasaron varias semanas. Celia, su hija menor, le dijo que saliera, que tratara de rehacer su vida. Fue como si escuchara una voz que venía de muy lejos. Pero tenía razón y recién entonces empezó a salir y en los días siguientes no hizo más que caminar de un lado a otro, caminar hasta donde lo permitieran sus piernas. Caminar hasta que el cansancio lo obligaba a volver a casa donde exhausto quedaba profundamente dormido.
Un día como los demás, un día sin nombre como cualquier otro, Antonio entró a una discoteca y con indiferencia se sentó en una de las mesas, contemplando a tantos jóvenes que se divertian, como si el tiempo no existiera, y su alegría fuese eterna.
Recordando a María, dijo para si:
-  "Si en verdad me quieres, podras encontrarme"... ¿Pero donde te voy a encontrar si ya no estas?
Miro a un lado, a otro... Y entonces, como si saliera el Sol después de una noche interminable, la vio por primera vez. Joven y hermosa, rodeada de muchachos que batian las palmas al verla bailar y que la agazajaban llamandola "La reina del Amanecer".
-  ¿Por que la llaman así? - Pregunto al mozo.
-  Se llama Fabiola. Es la reina del local.... Es incansable y se divierte bailando hasta el amanecer.
Y en verdad que era hermosa. Lo soberbio de su cabellera rubia invitaba a la caricia, lo mismo que sus facciones, tan finas que parecían delineadas con un pincel. Había algo de travieso en su mirada y en sus labios... En sus labios había algo que no podía resistir. Cuando menos lo pensó estaba bailando con ella y cuando ella rió, el rió también... Como si después de mucho tiempo al fin se disipara su tristeza y se le abrieran las puertas del paraíso.
Cuando se despidieron, le pregunto si podrían encontrarse en algún otro lugar y le dijo que había un café cercano que mucho visitaba. Allí se encontraron dos días más tarde y todo cambio a partir de entonces. Paseaban por los parques, visitaban los monumentos y museos, salían a comer o a alguna fiesta. Mientras más la conocía, mas cautivado se sentía por ella. Era una chiquilla, engreida, caprichosa, impredecible... Pero sabía hacerse querer, sabía divertirse y sabía como hacerlo sentir el hombre más dichoso del mundo.
Un día le regalo unos aretes muy finos, de brillantes engarzados en platino. Ella arrugo su fina varicita y dijo:
-  No puedo aceptar regalos así...
-  No lo tomes como un regalo entonces... Tomalo como un prestamo... Seran tuyos mientras me quieras un poco.
Aquello parecía más razonable y acepto. Luego le regaló una pulsera de oro y después un collar... En dos semanas confiaban tanto el uno en el otro, que le confeso que la quería de un modo que no había conocido nunca. La sentía en su sangre, en su alma... Sentía como que antes de conocerla le hubiese faltado un brazo o una pierna, pero que ahora estaba completo. Ahora era feliz.
-  No resultara... - Dijo ella tratando de ser franca - Para los dos todo esto no es mas que un capricho.
-  Para mi es un capricho que durara toda la vida... ¿Aceptarías casarte conmigo?
No le respondió... Pero Antonio regreso a su casa al día siguiente... Y no sería la primera vez que pasaría las noches fuera de casa.
Sus hijos estaban escandalizados. Ellos conocían a Fabiola.
-  Ella tiene la misma edad que yo - le dijo su hija mayor - ¡Tarde o temprano te dejara por alguien mas joven!
-  Por supuesto que me dejara... Eso es inevitable... ¡Pero hasta entonces seré feliz!
-  ¡Ni pienses que la vamos a aceptar! - le recrimino su hijo Arturo.
-  Que ella me acepte es todo lo que me importa.
-  ¿Y compartir con ella nuestra herencia? - le dijo Celia - ¡Eso jamas te lo perdonare!
-  ¡Quedense con todo entonces! ¡Con el dinero, con la casa, con lo que quieran!... Solo dejenme un rincon donde pueda vivir mis ultimos años con ella.
No hubo forma de convencerlo, pero a solas le dijo a Celia:
-  ¿Cuanto tiempo mas me queda por vivir? Tengo 50 años... Pronto estare viejo, seré un estorbo y ya no habran mas ilusiones para mí.
Celia no supo que decirle. Era su padre y deseaba que fuera feliz. Pero conocía a Fabiola y dijo:
-           Te hara sufrir...
Ocurrió antes de lo que Antonio esperaba. Un día Fabiola no se comunico con él. Luego le dio excusas para no volver a encontrarse y una tarde, cuando fue al Café donde acostumbraba ir, se encontro con un muchacho que bebía en la barra y que parecía aguardarlo.

Algo sabía de él. Fabiola le dijo que una vez habían sido novios, pero que prefería no saber más de él. Ahora lo vio y como si tal cosa, el chico le dijo:

- Me llamó Miguel. Fabiola debio contarte algo de mí.

- Te portaste muy mal con ella...

- Tambien ella hizo lo suyo. No eramos novios. Pero si alguna vez tuvo un amigo de confianza, ese amigo fui yo. Cuando supe que se había enamorado de otro no dije otro, no dije nada. Ella esta en su derecho de ser feliz. Pero cuando me di cuenta que al mismo tiempo estaba con otros... Entonces le dije estaba haciendo mal y eso no me lo perdono. Me echo en cara que la estuviese espiando, que anduviese en chismes, que la estuviese acosando. Nada de esto era verdad, pero no hay forma de razonar con ella. No quiso saber mas de mi... Hasta ahora. Me pidio que te entregara esto.

Era una caja y dentro de ella estaban todas las joyas que Antonio le había regalado.

- ¿Donde esta? - Pregunto, sintiendo un puñal en el corazón.

- Conocio alguien mas joven, mas apuesto, sin compromisos familiares, con mas dinero... Y se fue. No lo tomes así, de aqui a un par de semanas es probable que su nueva conquista este aqui mismo, emborrachandose por ella, incapaz de comprender porque lo dejo por otro. Asi lo hice yo y así lo haras tú... Tuvimos nuestra oportunidad y esta ya paso. Hay que resignarse a haberla perdido.

- ¿Pero por que? ¿Que hice mal?

- Tú no hiciste nada mal. Ni lo hizo yo, ni otros que la conocieron. Ella es así. Nació para ser libre, para ser féliz. Desde que nació todos la han mimado y consentido, inculcandole que era exepcional, que el mundo estaba a sus pies. Ella lo cree y por tal razón considera que nos hizo un favor ofreciendonos por un tiempo la magia de su cariño. No podemos pedir más.

Antonio sintio que caia en un abismo. No podía creer lo que estaba pasando.

- Tantas promesas, tantas ilusiones, tanto pasión y ternura... ¿Es que todo fue una mentira?

- No. A su modo ella fue leal. Te amo tanto como podía. Pero tanto para ti como para mi, todo eso ya paso.

- ¿Alguna vez ella y tú...?

- Eramos muy jovenes entonces. No nos fue tan bien como crees.

No quedaba mas que decir. Miguel bebio de un solo sorbo todo el contenido de su vaso y con los ojos llorosos, le dijo:

- Aclaremos las cosas. Si Fabiola me vuelve a dar una oportunidad y tú te vuelves a interponer en mi camino, por ella mentire, traicionare y si es necesario darnos de trompadas, lo hare sin el menor remordimiento.

- Yo tambien lo hare.

- ¿Enemigos entonces?

- Enemigos.

Y se dieron las manos. Cada uno apreto con fuerza el puño del otro y estaba claro que ambos tenían la misma fuerza.

- Pero hasta entonces nada impide que nos tomemos unos tragos.

Y pidiendo unas botellas al mozo se emborracharon hasta la madrugada. Eran enemigos. Pero enemigos leales que en el fondo, se guardaban un profundo respeto.


Lima, 27.07.2011
EL DIVORCIO DEL RABINO
(Un Cuento del Talmud)

Hace mucho tiempo, por la época en el pueblo elegido tuvo que dispersarse por toda la Tierra luego de ser destruido el templo de Jerusalén, hubo un rabino que se destaco por su prudencia, su conocimiento de las escrituras y la seriedad de sus negocios. Cuando él daba su palabra, esta palabra valía mas que un contrato escrito. Podría morirse de hambre, pero jamás dejaba sin pagar una deuda. Hacia esto, porque como buen rabino él no vivía de las ofrendas de los fieles, si no de su propio trabajo. Esto le gano el respeto de cristianos y judíos.
Sucedió que luego de muchos años, luego de leer con cuidado la Torah o Antiguo Testamento, descubrió que el deber de todo buen judío era tener hijos. Las persecuciones se sucedían una tras otra, pero mientras quedase un solo hebreo, el pueblo de la ley y la Ley misma estarían a salvo.
Pero él empezaba a tener sus años y no había tenido hijos. Estaba casado con una mujer buena, sencilla, un pan de Dios. Pero no le había dado hijos y cumpliendo la Ley, un día la llamo y le dijo:
-           Mujer, te quiero mas que a nadie en el mundo. Contigo he sido muy feliz, pero la Ley me exige tener descendencia y no nos queda mas remedio que separarnos.
La mujer se puso muy triste, pero el rabino le dijo:
-           Pero no quiero que todos piensen que me separo de ti de mala manera. Voy a organizar una gran fiesta. Invita a tus parientes y tus amigos, para que sepan que no te guardo el menor rencor.
Y así lo hicieron. Celebraron una gran fiesta, con los mejores potajes e invitaron a sus familiares y amigos. También tomaron vino. Y he aquí que mientras mas bebían, todos se ponían mas y mas tristes. El rabino recordó tantas cosas, había pasado tantos momentos felices con tan buena mujer, que en cierto momento, al borde de las lágrimas, dijo:
-           Amada mía, con nada podría pagar todo el bien que me has hecho. Y en presencia de todos digo: Llevate de esta casa lo que mas te guste. ¡Lo que sea!... Elijas lo que eligas Es tuyo.
Y se fue a dormir, convencido de que la Ley era muy dura, pero tenía que cumplirla.
Y pasaron las horas y al despertar se encontró en un lugar muy distinto. No comprendía lo que había pasado y apareció entonces su mujer invitándole a desayunar.
-           ¿Donde estoy? – pregunto. Y la mujer le dijo:
-           Estas en casa de mis padres.
-           ¿Pero que hago yo aquí?
-           Tu dijiste: "Llevate de esta casa lo que mas te gusta"... Y lo que siempre mas me ha gustado... ¡Eres tú!
Palabra dada, deber que cumplir, y siguieron viviendo juntos y felices hasta el fin de sus días.