domingo, 4 de noviembre de 2012

UN ENEMIGO LEAL

Lo ultimo que Antonio Barreto escucho de su esposa fue:
-  Si en verdad me quieres, podras encontrarme.
Se sumergio entonces en lo que parecía un sueño. Pero no desperto más. Aquella noche el medico certifico que María ya no estaba con nosotros y lo unico que hizo Antonio fue llorar largo rato en silencio.
Fue como si el mundo hubiese acabado para él. Durante el sepelio se nego a recibir a los invitados, incapaz de comprender porque tenía que escuchar el pesame de tanta gente que apenas había tratado durante tantos años. En los días siguientes se negó a salir de su casa y no quiso hablar con persona alguna... Sus hijos trataban de animarlo, pero era inútil. Su tristeza era tan grande que necesitaba emborracharse para tratar de olvidar.
Así pasaron varias semanas. Celia, su hija menor, le dijo que saliera, que tratara de rehacer su vida. Fue como si escuchara una voz que venía de muy lejos. Pero tenía razón y recién entonces empezó a salir y en los días siguientes no hizo más que caminar de un lado a otro, caminar hasta donde lo permitieran sus piernas. Caminar hasta que el cansancio lo obligaba a volver a casa donde exhausto quedaba profundamente dormido.
Un día como los demás, un día sin nombre como cualquier otro, Antonio entró a una discoteca y con indiferencia se sentó en una de las mesas, contemplando a tantos jóvenes que se divertian, como si el tiempo no existiera, y su alegría fuese eterna.
Recordando a María, dijo para si:
-  "Si en verdad me quieres, podras encontrarme"... ¿Pero donde te voy a encontrar si ya no estas?
Miro a un lado, a otro... Y entonces, como si saliera el Sol después de una noche interminable, la vio por primera vez. Joven y hermosa, rodeada de muchachos que batian las palmas al verla bailar y que la agazajaban llamandola "La reina del Amanecer".
-  ¿Por que la llaman así? - Pregunto al mozo.
-  Se llama Fabiola. Es la reina del local.... Es incansable y se divierte bailando hasta el amanecer.
Y en verdad que era hermosa. Lo soberbio de su cabellera rubia invitaba a la caricia, lo mismo que sus facciones, tan finas que parecían delineadas con un pincel. Había algo de travieso en su mirada y en sus labios... En sus labios había algo que no podía resistir. Cuando menos lo pensó estaba bailando con ella y cuando ella rió, el rió también... Como si después de mucho tiempo al fin se disipara su tristeza y se le abrieran las puertas del paraíso.
Cuando se despidieron, le pregunto si podrían encontrarse en algún otro lugar y le dijo que había un café cercano que mucho visitaba. Allí se encontraron dos días más tarde y todo cambio a partir de entonces. Paseaban por los parques, visitaban los monumentos y museos, salían a comer o a alguna fiesta. Mientras más la conocía, mas cautivado se sentía por ella. Era una chiquilla, engreida, caprichosa, impredecible... Pero sabía hacerse querer, sabía divertirse y sabía como hacerlo sentir el hombre más dichoso del mundo.
Un día le regalo unos aretes muy finos, de brillantes engarzados en platino. Ella arrugo su fina varicita y dijo:
-  No puedo aceptar regalos así...
-  No lo tomes como un regalo entonces... Tomalo como un prestamo... Seran tuyos mientras me quieras un poco.
Aquello parecía más razonable y acepto. Luego le regaló una pulsera de oro y después un collar... En dos semanas confiaban tanto el uno en el otro, que le confeso que la quería de un modo que no había conocido nunca. La sentía en su sangre, en su alma... Sentía como que antes de conocerla le hubiese faltado un brazo o una pierna, pero que ahora estaba completo. Ahora era feliz.
-  No resultara... - Dijo ella tratando de ser franca - Para los dos todo esto no es mas que un capricho.
-  Para mi es un capricho que durara toda la vida... ¿Aceptarías casarte conmigo?
No le respondió... Pero Antonio regreso a su casa al día siguiente... Y no sería la primera vez que pasaría las noches fuera de casa.
Sus hijos estaban escandalizados. Ellos conocían a Fabiola.
-  Ella tiene la misma edad que yo - le dijo su hija mayor - ¡Tarde o temprano te dejara por alguien mas joven!
-  Por supuesto que me dejara... Eso es inevitable... ¡Pero hasta entonces seré feliz!
-  ¡Ni pienses que la vamos a aceptar! - le recrimino su hijo Arturo.
-  Que ella me acepte es todo lo que me importa.
-  ¿Y compartir con ella nuestra herencia? - le dijo Celia - ¡Eso jamas te lo perdonare!
-  ¡Quedense con todo entonces! ¡Con el dinero, con la casa, con lo que quieran!... Solo dejenme un rincon donde pueda vivir mis ultimos años con ella.
No hubo forma de convencerlo, pero a solas le dijo a Celia:
-  ¿Cuanto tiempo mas me queda por vivir? Tengo 50 años... Pronto estare viejo, seré un estorbo y ya no habran mas ilusiones para mí.
Celia no supo que decirle. Era su padre y deseaba que fuera feliz. Pero conocía a Fabiola y dijo:
-           Te hara sufrir...
Ocurrió antes de lo que Antonio esperaba. Un día Fabiola no se comunico con él. Luego le dio excusas para no volver a encontrarse y una tarde, cuando fue al Café donde acostumbraba ir, se encontro con un muchacho que bebía en la barra y que parecía aguardarlo.

Algo sabía de él. Fabiola le dijo que una vez habían sido novios, pero que prefería no saber más de él. Ahora lo vio y como si tal cosa, el chico le dijo:

- Me llamó Miguel. Fabiola debio contarte algo de mí.

- Te portaste muy mal con ella...

- Tambien ella hizo lo suyo. No eramos novios. Pero si alguna vez tuvo un amigo de confianza, ese amigo fui yo. Cuando supe que se había enamorado de otro no dije otro, no dije nada. Ella esta en su derecho de ser feliz. Pero cuando me di cuenta que al mismo tiempo estaba con otros... Entonces le dije estaba haciendo mal y eso no me lo perdono. Me echo en cara que la estuviese espiando, que anduviese en chismes, que la estuviese acosando. Nada de esto era verdad, pero no hay forma de razonar con ella. No quiso saber mas de mi... Hasta ahora. Me pidio que te entregara esto.

Era una caja y dentro de ella estaban todas las joyas que Antonio le había regalado.

- ¿Donde esta? - Pregunto, sintiendo un puñal en el corazón.

- Conocio alguien mas joven, mas apuesto, sin compromisos familiares, con mas dinero... Y se fue. No lo tomes así, de aqui a un par de semanas es probable que su nueva conquista este aqui mismo, emborrachandose por ella, incapaz de comprender porque lo dejo por otro. Asi lo hice yo y así lo haras tú... Tuvimos nuestra oportunidad y esta ya paso. Hay que resignarse a haberla perdido.

- ¿Pero por que? ¿Que hice mal?

- Tú no hiciste nada mal. Ni lo hizo yo, ni otros que la conocieron. Ella es así. Nació para ser libre, para ser féliz. Desde que nació todos la han mimado y consentido, inculcandole que era exepcional, que el mundo estaba a sus pies. Ella lo cree y por tal razón considera que nos hizo un favor ofreciendonos por un tiempo la magia de su cariño. No podemos pedir más.

Antonio sintio que caia en un abismo. No podía creer lo que estaba pasando.

- Tantas promesas, tantas ilusiones, tanto pasión y ternura... ¿Es que todo fue una mentira?

- No. A su modo ella fue leal. Te amo tanto como podía. Pero tanto para ti como para mi, todo eso ya paso.

- ¿Alguna vez ella y tú...?

- Eramos muy jovenes entonces. No nos fue tan bien como crees.

No quedaba mas que decir. Miguel bebio de un solo sorbo todo el contenido de su vaso y con los ojos llorosos, le dijo:

- Aclaremos las cosas. Si Fabiola me vuelve a dar una oportunidad y tú te vuelves a interponer en mi camino, por ella mentire, traicionare y si es necesario darnos de trompadas, lo hare sin el menor remordimiento.

- Yo tambien lo hare.

- ¿Enemigos entonces?

- Enemigos.

Y se dieron las manos. Cada uno apreto con fuerza el puño del otro y estaba claro que ambos tenían la misma fuerza.

- Pero hasta entonces nada impide que nos tomemos unos tragos.

Y pidiendo unas botellas al mozo se emborracharon hasta la madrugada. Eran enemigos. Pero enemigos leales que en el fondo, se guardaban un profundo respeto.


Lima, 27.07.2011

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