jueves, 3 de mayo de 2012

UN CAPRICHO

UN CAPRICHO TAN SÓLO…





-           De modo que quiere casarse con mí hija…
-           Reconozco que mí pedido es un poco extraño. Pero en estos dos años Alejandra y yo nos hemos llegado a conocer tan bien que...
-           No diga más. He hablado con Ale largo y tendido. Ella lo estima muchísimo. Lo admira y lo respeta…
Desde un rincón, Ale se mordía las uñas. Sí alguien me quiso alguna vez era ella. Durante dos años nos habíamos confiado nuestras vidas y cada uno había terminado enamorándose del otro. Ahora que la fortuna me sonreía, que uno de mis software había causado una gran impresión en una de las empresas eléctricas más importantes de la Argentina, lo primero que pensé fue en formalizar nuestra relacion y casarme con ella.
Mí pedido resulto insólito, pero durante dos semanas Ale había preparado a sus padres para la noticia. Su madre fue la primera en entender. Sus hermanos no creían que resultara, pero también se hicieron a la idea. Pero su padre era un hombre chapado a la antigua y no sería fácil convencerlo. Dependía de él que me aceptaran en la familia…  Por un momento guardo silencio, se puso de pie, dio unos pasos por la sala y por fin nos encaro diciendo:
-           Si no queda más remedio…  Casense
Aquello basto. Ale se abalanzó hacia mí y estaba a punto de abrazarme, cuando su madre la sujeto diciendo:
-           Espera un momento niña, que tú padre ha concluido aun.
-           De esta casa sólo saldrán en compañía de uno de mis hijos.
-           Sí así lo dispone… Así será.
-           Fabiola deberá concluir sus estudios…
-           ¡Papá!
-           ¿Estudiar? – dijo burlón uno de sus hermanos - Pierde cuidado papá, que ella aprenderá muchas cosas de aquí en adelante…
Al oír esto Fabiola se ruborizo... En cuanto a mí, hice de cuenta que me faltaba aire. La señora Alvear trato de calmar los ánimos diciendo que la cena estaba lista. Ya más tranquilos hicimos un brindis y rogamos (ella más que nadie) que semejante noviazgo tuviese buen fin.
-           ¿Se establecerá en Buenos Aires, señor Viera?
-           Sí... Pero primero tengo que viajar a España. Tengo otros proyectos que quizás también les interese a ellos.
-           ¿Cuánto tiempo estarás lejos? – Pregunto Fabiola.
-           Un par de semanas… Quizás más… Quien sabe. Sí la compañía esta interesada en mis nuevos dispositivos, a lo mejor nos vamos a España…
-           ¡Yo no quiero que te vayas tan lejos! – Dijo la señora Alvear a su hija.
-           Aun no hay nada seguro… De todos modos estaré de regreso en un mes.
Concluida la cena Fabiola y yo pasamos a la sala y nos dejaron solos. Era más que seguro que nos estaban espiando así que hablamos en voz baja.
-           Hubo momentos en que pensé que nunca nos llegaríamos a encontrar…
-           ¿Y que de mí? Por la forma en que escribías en el club yo no hacia sí no preguntarme que chica se quedaría primero contigo…
-           ¡Vamos Ali! (así es como la llamaban todos en confianza) enviar algunas notas y poemas no significa nada, tan sólo trataba de ser amable…
-           ¡A mí con ese hueso! Sí en adelante me entero que vuelves a flirtear con la tal Eliana… ¡Yo te mato!
-           ¡Mí niña linda! No te garantizo que vaya a ser fiel pero voy a intentarlo.
Lo dije en broma, pero el coscorrón que Ali me dio era muy en serio. Era muy niña, pero tenía su genio, por eso llego a gustarme tanto. Recordando bien, fue ella la que desde un principio me cortejo a mí… Y durante dos años no hizo sí no insistir e insistir… ¡Para que me casara con ella!
-           En serio Ali… ¿Qué de bueno viste en mí?
-           Eres sincero, inteligente, muy bueno… Más bien no entiendo como fue que te fijaste en una chiquilla como yo.
-           Una chiquilla muy tierna que le gustaba la misma música que yo, que me tomaba en serio y que confiaba en mí. Una vez te dije que era demasiado mayor, que vivíamos en países muy distantes y que no tenía nada que ofrecerte… Y tú me respondiste que sí yo realmente te quería, buscaría la forma de vencer la distancia, las adversidades… Y que sí lo lograba, tú te encargarías de vencer al tiempo…
-           Y lo vencimos… ¿No?
-           Aun no estoy seguro de ello. De aquí a unos años serás una mujer joven y hermosa… Te sobraran admiradores y yo…
-           Lo que vendrá, vendrá... Lo único que quiero es vivir contigo.
-           Hay que pensar en todo… ¿Recuerdas la canción que te envié? “¿Me seguirás queriendo mañana?”… He pensado que lo mejor sería casarnos por lo civil. Sí esta relación no resulta, podrás separarte de mí y casarte de blanco en una iglesia y con quien realmente te merezca…
-           ¡Que manía tienes de echarte al suelo! Sí quieres deshacerte de mí, dímelo de una vez.
-           Sí que eres obstinada. Pero sí nos casamos…
-           ¿Sí nos casamos que?
-           Será… Será… ¡Será como tú digas!
Fabiola era un amasijo de contradicciones. En aquellos días había comprobado que era muy amorosa y tierna… Pero imponía su voluntad y sabía hacerse respetar. Era muy ingenua, pero se las sabía todas y si no me conocía del todo, estaba convencida que en adelante tendría que andar derechito con ella. En pocas palabras, era la mujer que necesitaba un despreocupado bohemio como yo. Fabiola lo sabía y por eso nos queríamos tanto.
Nuestra despedida tomo un poco de tiempo (sus padres prefirieron dejarnos en el jardín, pero sus hermanos nos cronometraron 54 segundos justos) y cuando regrese a mí cuarto, tuve la sensación de que conocer a Fabiola era lo mejor que hubiese pasado en mí vida.
A los pocos días tome un avión que me llevaría a España. Esta vez, en el aeropuerto, Ali no necesito disimular su inquietud al despedirse de mí. Aprovechando de que ya éramos novios, esta vez sí pudo abrazarme y besarme a su gusto… Y no como la primera vez que se ganó una buena reprimenda y tuvo que escuchar un larguísimo sermón en casa. Por mí parte estaba conmovido. Durante mucho tiempo había sufrido todo tipo de desplantes y burlas. Nadie creyó en mí y se burlaban de mis proyectos. Ella sí creyó en mí. Me dio ánimos y sí ahora estaba en los umbrales del éxito era por ella.
El viaje a Madrid fue largo y reflexione con mucha calma en lo que estaba por hacer. Yo quería a Fabiola, la amaba de verdad. Pero en aquellos dos años habían pasado muchas cosas. Ocasiones hubo en que pensé que aquella relación no tenía la menor esperanza, que por el propio bien de ambos no debía hacerla forjar ilusiones y tenía que hacer lo posible por olvidarme de ella. Sin que ella lo supiera había conocido a alguien más… Y sí quería recuperar la tranquilidad y la paz de mí espíritu, primero tenía que sacarme aquel clavo que me había atormentado durante seis meses.
Llegue a Madrid, me aloje en un buen hotel y tomándome un descanso por aquello del cambio de horario, no fue sí no hasta el día siguiente que me presente en el salón de juntas de la “Compañía Termo hidroeléctrica de Castilla Nueva”, donde presente a sus ejecutivos los planos generales de un nuevo tipo de circuitos que les permitirían mejorar el servicio sin mayor gasto de combustibles fósiles y a un costo mínimo.
Aquella tecnología era de mí propia invención. Durante años experimente en mí propia casa en base a mis propios cálculos y cometiendo error tras error hasta descubrir el procedimiento correcto. Fui muy audaz al proponerles a los ejecutivos de la Compañía Energética del Plata que me dejaran vender en su nombre esta tecnología a cambio, claro esta, de una jugosa comisión. No llevaba más que unos días en la empresa y ya demostraba tener más talento que sus mejores ingenieros, que eran buenos, pero que eran incapaces de crear algo nuevo y seguían pendientes de los informes que llegaban del extranjero.
Los ejecutivos de Castilla Nueva quedaron muy impresionados. Durante años habían buscado algo parecido y habían gastado una fortuna en investigaciones… Confidencialmente me dijeron que la empresa necesitaba de alguien como yo, que aportara nuevas ideas. Pero les disgusto que trabajara para una empresa argentina que apenas era conocida fuera del Nuevo Mundo. Podría hacer carrera y ganar mucho más sí me olvidaba de la Compañía del Plata y trabajaba para ellos. Pero ahora fui yo quien les dije que tenía que pensar en su propuesta y acordamos volver a discutirlo la semana siguiente.
De regreso a mí hotel me sorprendió descubrir que todos mis gastos habían sido pagados por cortesía de la Compañía de Castilla Nueva. En otras palabras, mí estadía no me costaría un centavo, así que decidí darme la gran vida recorriendo todo el país como un respetable turista.
Llegue a Galicia y me apresure a buscar la Universidad de la Coruña. Busque la Facultad de Humanidades y casi escondido en el café de los estudiantes pregunte a uno de ellos sí casualmente conocía a una chica llamada Celia Castillo Arteaga. Los ojos del chico se iluminaron y dijo:
-           ¡Quien no la va a conocer! Nos tiene hechizados a todos. ¡Precisamente allí viene nuestra estrella!
Aquel año Celia se había hecho relativamente famosa enviando unos videos. Al volver a su cuarto y a modo de pasatiempo, encendía la cámara de su computadora y frente a ella hacia el Play Back de distintas artistas y los enviaba por el Youtube. El ingenio que demostraba era increíble. Por momentos era una chica dulce e inocente, otras alegre y en ocasiones fuego puro. Los videos habían tenido un éxito increíble entre sus conocidos y aun más allá… Hasta mí lejano país donde los ví con asombro. Me apresure a escribirle asegurándole que nadie me había hecho sentir así. Porque no sólo tenía talento. ¡Era bellísima! Un angelito tal y como lo imaginamos todos: blanca, rubia y de ojos azules… Pero un angelito de formas tan sugestivas, que uno terminaba sintiendo un picazón de esos que no sabe donde rascarse. ¡Olvídense de Paulina Rubio, Thalia o Shakira! Celia, a su modo, las superaba a todas. ¡Era sensacional!
Pero por más que le escribía, apenas sí se dignaba en responderme. Mí error fue ser demasiado franco al registrarme en el Youtube. Ella sabía de mí edad y no era halagador que ella, la chica más popular de La Coruña, con apenas 25 años, fuese cortejada por alguien que le doblaba en edad. Mis últimos mensajes eran casi un ruego. El sólo verla me hacia sentir más joven, me hacían creer que aun tenía la oportunidad de ser feliz. Pero no me respondía, no necesitaba, no debía hacerlo. Estábamos demasiado lejos y ella no era de los que creen en amores platónicos. Lo mejor era olvidarla.
Recién entonces me sentí viejo de veras. Nunca repare en que los años pasaban. En ocasiones me sentía un poco amargado al notar que los demás no me tomaban en cuenta y tenían en poco mí talento, pero muy en el fondo me sentía igual de joven e inquieto. Celia me hizo poner los pies sobre la tierra. El tiempo había pasado inexorable. No había logrado ninguna de mis metas y pretender a una chica como ella era ridículo… Sin decir una palabra, con su sola indiferencia, comprendí que el éxito y la fortuna nunca llegarían a mí y que lo único que me quedaba era envejecer y morir.
Pero en los últimos dos meses todo había cambiado. En la compañía del Plata se sorprendieron que nadie en mí país hubiese valorado mí talento y me contrataron en el acto. Ahora en Madrid sentía el éxito y la fortuna en la yema de mis dedos… Y así fuese para demostrarle de lo que era capaz necesitaba presentarme ante ella. Sí como hombre era un fracaso al punto que tenía que renunciar a su cariño, que me lo dijese en mí cara…
Al verla a pocos pasos de mí me acerque a ella, tan ajeno a mí conciencia como sí fuera un poseído. Las primeras palabras fueron difíciles. A ella le extraño verme. Hasta parecía irritada. ¿Quiera era yo para interrumpir su camino? Ni siquiera me miró cuando le di mí nombre y se limito a arrugar la nariz. No teníamos nada de que hablar, estaba a punto de irse cuando mirándola fijamente a los ojos le rogué que me concediera unos minutos y un poco de atención…
Y se lo dije todo. Que sus videos despertaba mí fantasía, ansiosa de inquietud, cariño y ternura. Que durante aquellos meses me había obsesionado tanto con ella que me sentía incompleto sí no lograba estar a su lado. De mí incapacidad de aceptar que nada podía haber entre los dos. Me escucho incrédula. No podía entenderme. Quiso marcharse, pero tomándola del brazo le dije casi con desesperación:
-           Es cierto que soy mayor que tú… Demasiado… Pero lo más triste de llegar a mis años no es envejecer… ¡Es sentir que en el fondo uno se sigue sintiendo joven, con más necesidad de cariño que nunca! Sí no quieres saber de mí. ¡Dímelo! ¡Pero al menos quiero oírlo de tus labios!
Agache la mirada entonces. Esperaba el golpe final y sólo deseaba que fuera rápido. Ni siquiera la ví cuando ella me dijo:
-           Nadie me ha escrito como tú… Hay tanta emoción en algunas cartas que me has enviado, que a veces lloraba sin poder evitarlo… Pero te haría mucho daño dándote falsas esperanzas… Nada puede haber entre los dos... Mí novio esta en Londres y apenas regrese, viviremos juntos…
Así se vivía entonces, no había lugar para el romance. Todo se reducía a vivir juntos, casarse ya no era necesario. Desde mí juventud habían cambiado tanto las cosas que me sentía un extraño. Pero no podía quedarme atrás y con cierta ligereza comente:
-           Yo también tengo un compromiso que debo respetar… Pero por un par de semanas podríamos olvidarlo…
Esta vez ella me escucho con más atención.
-           ¿Me parece o me estas proponiendo algo?
-           Alguien lo dijo una vez: “La única diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida, es que el capricho dura un poco más”
-           ¿Un capricho? ¿Eso es lo que quieres conmigo?
-           ¿Y tú no?
Sonrió entonces… Sonrió de un modo mágico... Y por la forma en que miró, note que algo de diablillo había en ella. Casi riéndose exclamo:
-           Un capricho no dura mucho tiempo…
-           Por poco tiempo que fuera… ¡A tú lado me sentiría en el cielo!
-           Tengo un genio difícil… Te voy a hacer sufrir…
-           ¡Hay cosas en las que uno debe morir en el intento!
Ahora se río con ganas. Y yo sonreí, mordiéndome los labios como sí anhelase algo… Fue una emoción extraña: Como sí el mundo no existiera, como sí estuviéramos solos en el mundo… Le tome de la barbilla, la acerque hacia mí y puede decirse que mí nariz acaricio su rostro antes de atreverme a darle un beso. Al final salimos juntos de la universidad. A nadie le sorprendió. Era tan natural entre los jóvenes salir así…
En los días siguientes paseamos mucho. Recorrimos las playas de Galicia, nos internamos en sus campos, entramos a sus castillos y monasterios. Y pasamos mucho tiempo a solas, registrándonos con otros nombres. No diré lo que vivimos entonces pero sí que aquellos momentos no los olvidare nunca.
-           Pensé que eras… un poco distinto.
-           ¿Romántico, soñador y todas esas cosas?
-           Eres un farsante – me respondió con una sonrisa –. Tú no eres así.
-           Lo soy. Soy todo lo que tú dices. Romántico, soñador, aventurero… Un farsante que trata de ser feliz, a veces lo logra, a veces no…
-           Pues la estas pasando de maravilla… ¡Y a mí costa!
Era bellísima, apasionada, tierna… La mujer ideal. Muy en el fondo yo sabía que aquello no podía durar. Pero los días pasaban volando y era mejor no pensar en el mañana. Ella tampoco lo hacia. Era como un pajarillo que sólo deseaba volar por todas partes sin estar atado a nada ni nadie.
Un día visitamos Finisterre. Subimos a un peñón muy alto y desde ahí vimos las indómitas aguas de aquel remoto rincón del Atlántico.
-           Este lugar encaja conmigo – Le dije a Celia sujetándola bien por la cintura – Finisterre… El Fin del Mundo. Para los antiguos este era el último rincón de Europa: Al doblar este peñón podían navegar más al sur o al oriente, pero no al oeste. Sí me estableciera en España me gustaría vivir aquí.
-           ¿Por qué no te quedas? Tengo entendido que te han hecho una buena propuesta…
Calló entonces. Yo podía quedarme en el país, pero sin ella quedarme no tenía el menor sentido. Su novio estaba por volver y yo tenía que regresar a la Argentina. A los dos nos convenía olvidar. Estos momentos nunca ocurrieron y sí alguna vez nos encontrábamos, lo mejor sería ignorarnos.
Regrese a Madrid varias veces en aquellas semanas. La Junta directiva de la Compañía de Castilla Nueva estaba decidida a contratarme, pero mis condiciones le parecían excesivas. En privado uno de los ejecutivos me dijo que mí obstinación era contraproducente.
-           En Argentina ganara la mitad de lo que le ofrecemos aquí y nunca pasara de ser un buen ingeniero. Aquí no sólo ganara más sí no que con el tiempo podría hasta llegar a formar parte de la Junta de Directores. ¡Acepte lo que le ofrecen y deje de portarse como una Prima Dona!
-           Es cuestión de principios, le prometí a la Compañía del Plata trabajar para ellos. A nombre de ellos puedo ofrecerle mis circuitos a una tarifa bastante razonable, pero hacer negocios por mí cuenta a espalda de sus directores sería casi una traición…
-           ¿Ha firmado algún contrato con ellos?
-           No, pero apenas regrese…
-           ¡Es usted un tonto señor Viera! En esta vida cada uno debe pensar en sí mismo y en nadie más. ¡Olvídese de lealtades y firme!
-           Precisamente por eso no quiero firmar el contrato que me ofrecen. También tengo que pensar en mí…
Al menos en aquella oportunidad mí lealtad sirvió de algo. Me llamaron por teléfono de Buenos Aires. Le dije al Vicepresidente de la Compañía del Plata que había logrado vender los nuevos circuitos y que estaba por regresar con un pedido millonario por parte de de Castilla Nueva. El Vicepresidente me felicito… Y me dijo que sabía que esta compañía me había hecho una buena propuesta y la había rechazado. Mí actitud les pareció admirable y apenas regresara a Buenos Aires tenía reservado para mí un buen puesto, con un sueldo mucho mayor de lo que esperaba.
Celia y yo nos encontramos por última vez en un Night Club en las afueras de Madrid. Queríamos estar animados, pero era difícil tener que decirnos adiós. En aquellas semanas había descubierto que Celia no era tan superficial como muchos creían. Por el contrario. Su cariño era demasiado grande como para comprenderlo. Nació para ser feliz… Pero al verla tan joven y hermosa no me resignaba a perderla. Brindamos y ella comentó con cierta ironía:
-           ¿Cómo dijiste una vez? ¿Qué un capricho dura mucho más que una pasión para toda la vida?... Quien lo halla dicho tenía toda la razón…
-           Yo tampoco podré olvidarte… Sí al menos fuera posible…
-           ¿Cortar con Bryan? Podría hacerlo ¿Pero que ganaríamos los dos?
-           Para que algo sea hermoso, tiene que terminar…
-           Es mejor que todo acabe aquí…
Al día siguiente tome un avión que me llevo a Buenos Aires. Debía sentirme un miserable. Pero mí pena era tan grande que aquel dolor era de por sí un castigo. Dejaba en España a una mujer preciosa que al menos me hizo feliz por unos días… Que haría feliz a otro… Y que tenía que aprender a olvidar.
Tal y como lo pensé, Fabiola se encontraba en el aeropuerto, feliz de que volviera a su lado. Y sin poder evitarlo llore largo rato, sin que ella comprendiera la razón. Nunca debía saberlo. Me había quitado un peso de encima, estaba libre de una pasión… Y me sentía el más desdichado de los hombres.




Lima, 06.10.09
Lima, 07.10.09



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