miércoles, 1 de junio de 2011

UN DESCUBRIMIENTO MUY EXTRAÑO




UN REPORTAJE SENSACIONALISTA
Un tipo de hombre se dirige a un lejano volcán. Pese al calor, siente frío y extraña las altas temperaturas que sólo podrá encontrar en el cráter. No mide más de un metro y medio de altura, pero es muy fuerte y ágil. Brinca con facilidad saltando por encima de las peñas, de las que no puede resbalar ya que sus pies terminan en cascos, lo mismo que las cabras. Por un momento su rostro se dirige con reverencia al volcán y la luz del Sol ilumina sus cuernos como si fueran de metal forjado. Ríe entonces y en su regocijo extiende el tridente que lleva en una de sus manos. El símbolo de su raza y su tribu.
En la lejanía unos hombres, verdaderos hombres, lo contemplan con espanto. Conocen a los de su especie. Saben que esos seres venidos del fondo de la tierra son inteligentes, astutos, crueles y gustan de la carne humana. En remotas eras los vieron salir del volcán y con ojos desorbitados los vieron encender en la llanura el primer fuego. Brincaban por la estepa atrapando todo tipo de animales, pero muy pronto se aficionaron a la carne humana.
Desde entonces las primeras hordas humanas conocieron el terror. Ellos que eran los más diestros cazadores de la estepa, eran cazados por estos seres, llevando a sus refugios a los infelices que caían en sus garras para asarlos en sus fogatas y devorarlos. Cantaban entonces. Y era este canto como un alarido que proclama el triunfo de los fuertes sobre los débiles. Y reían, reían sin descanso, porque eran invencibles.
Pero ahora estos hombres no quieren huir. Arden en deseos de venganza y lo siguen sigilosamente, comprobando que esta sólo. Están decididos a matarlo, triturar sus huesos y quemar el último de sus despojos, para borrar de la faz de la tierra la sola memoria de un ser tan infame.
Aquel tipo de hombre los ve con lastima. Es cierto que esta sólo. Ha vivido mucho tiempo y no quiere seguir siendo una carga para los suyos. En su orgullo prefiere abandonarlos y sin más equipaje que el símbolo de su tribu, el tridente hecho de huesos, partió rumbo a lo que considera su verdadero hogar: el volcán del cual salieron sus antepasados. Sólo allí, en el calor que brota de los abismos de la tierra, podrá calmar el frío que sienten sus huesos… Pero el volcán estaba aun demasiado lejos, por mucho que se esfuerce no lograra llegar a tiempo. Se siente como un león viejo rodeado de hienas hambrientas… O más bien como una hiena rodeada de alimañazas que aguardan el momento de darle la dentellada, picotazo o zarpazo final.
Ni por un momento concibe que hubiese actuado mal. El bien y el mal son abstracciones que están lejos de su comprensión. Tampoco conoce el arrepentimiento. Pero si su fin ha llegado lo afrontara con el valor que caracteriza a su raza. Coge dos piedras y con ellas hace nacer el secreto de su poder: El fuego. Lo alimenta con cuidado con ramas secas y aguarda. El incendio no durara mucho. Convertirá en cenizas un par de hectáreas y se acabara al llegar a las peñas. No hay de que alarmarse… Pero es demasiado tarde, aquellos hombres lo rodean, lo destrozan con sus primitivas hachas de piedra y en un arranque de cólera le arrancan los cuernos que llevaran como trofeo a su aldea. Pero entonces algo los detiene: se oscurece el cielo, para luego iluminarse con relámpagos y una espantosa lluvia lo anega todo. Abandonan los restos de su victima y huyen, por encima de todo es preciso salvar la vida.
Aquel diluvio arrastra arena y arcilla de las colinas. Al día siguiente los despojos de aquel tipo de hombre están semienterrados. Hormigas, lombrices, escarabajos y todo tipo de roedores, cavaron entonces alrededor suyo y los devoraran. Luego los cerdos salvajes darán cuenta de lo poco que queda.
En los meses siguientes diversos animales aplastaron, trituraron y volvieron a enterrar el cadáver, que otras lluvias volvieron a sepultar, de modo que solo quedaron unos pocos huesos. Los siglos los cubrieron con nuevos estratos y el peso los convirtió en roca, quedando así hasta nuestros días.
¿Quiénes eran estos seres? ¿De donde vinieron y que fue de ellos? Quizás nunca abandonaron sus moradas subterráneas y sólo casualmente visitan nuestro mundo. Fueron ellos los que nos enseñaron a fabricar armas y encender el fuego. Pero en algún momento de nuestra historia estos seres se confundieron en nuestros mitos y leyendas, y se convirtieron en los faunos y sátiros de los que hablan los griegos, en los demonios de las religiones semíticas, en los diablos que invocaban los brujos medievales y en los engendros que pueblan nuestras pesadillas. No son productos de nuestra imaginación, existen.
También es posible que exista un infierno. No el Infierno sobrenatural del que hablan los teólogos. Si no grutas muy profundas en las que estos seres lleven a algunos infelices que son tan importantes para ellos, como para nosotros lo es el ganado.

COMENTARIO DEL PROFESOR OWEN
Como científico no apruebo la forma en que la prensa explota en forma sensacionalista el descubriendo del llamado “Hombre del Rifth”. Algunos de mis colegas son culpables de la vulgarización de la Paleo-antropología al proponer todo tipo de teorías partiendo de un hueso, un trozo de quijada o un diente. Este proceder no me parece muy serio y me limitare a exponer en forma objetiva lo que mis compañeros y yo descubrimos en esta llanura sudafricana.
Luego de muchos meses de exhaustiva exploración encontramos diversos fósiles en un estrato correspondiente entre los 50,000 y 100,000 años. La mayor parte corresponden a especies adaptadas a un entorno semiárido, pero unos pocos restos pertenecen a un hombre de tipo moderno y se limitan a la mitad de un cráneo (correspondientes a los huesos que cubren el encéfalo), así como tres vértebras cervicales y dos lumbares, la parte inferior del fémur izquierdo, la rotula, los extremos inferiores de la tibia y el peroné de la pierna derecha, y las prolongaciones del índice y el anular.
Lo que desde un principio más llamó la atención fue una serie de deformidad en los huesos del pie. Tres de los dedos estaban soldados y los dos restantes tenían un gran parecido con el pie de los artiodáctilos. Ni el talón ni la planta del pie pisaba el suelo, pero brindaba un magnifico sostén a unos músculos que sin duda le permitían brincar con mucha facilidad. Todo el peso de la criatura descansaba sobre los dos dedos principales que terminaban en unas pezuñas, pequeñas, pero fuertes y afiladas en sus bordes, que eran muy apropiadas para escalar por las rocas.
Todo indica que el individuo, más que caminar, brincaba. Al juzgar por lo recio de sus huesos era muy fuerte y todo indica que vivió hasta una edad muy avanzada, sin sufrir dislocaciones, fracturas, ni padecer de enfermedades óseas como la artritis.
A parte de los pies, es digno de mencionarse que en la mitad del cráneo que se pudo encontrar, había el vestigio de una prolongación ósea muy semejante al arranque del cuerno de un bóvido. El cuerno en sí nunca se encontró y según muchos especialistas debe tratarse de alguna deformidad provocada por algún tumor o una anomalía congénita. Un examen general sugiere que el individuo murió en circunstancias dramáticas: Le trituraron el cráneo a pedradas y le arrancaron el cuerno a golpes de cincel. Pero en general consideramos que no se deben elaborar hipótesis hasta contar con más evidencias.
Definitivamente no es un Neandertal y podríamos considerarlo como una variedad del Gro Magnon de no ser por ciertas singularidades.
En una época en que los seres humanos eran más bien bajos de estatura y de complexión recia, era bastante alto (por lo menos un metro con setenta y cinco centímetros) y muy delgado. Un estudio minucioso sugiere que la deformidad en sus pies le permitía caminar y saltar con la soltura de un bailarín.
Cerca de los restos se encontraron algunas herramientas, destacándose una especie de tridente que no presenta el menor desgaste. También se encontraron una gran cantidad de cenizas. Los huesos están calcinados, pero por su posición y estado, todo indica que se sentó a poca distancia de una fogata, no se defendió mientras lo golpeaban a golpes de hacha de piedra y luego lo abandonaron a merced de las llamas.
En cuanto al habitad, en aquel entonces había pocos árboles y la vegetación era mayormente herbácea. Había volcanes y las erupciones eran frecuentes. Un último detalle. La criatura se encontraba a poca distancia de un volcán. Y su rostro, o lo que fuera, parecía dirigirse hacia el.
Revisando los apuntes de otras expediciones en la zona, encontré que hacia 1976 el Doctor Harris encontró ciertas huellas sobre la ceniza volcánica. Dos cosas llamaron mucho su atención: Las huellas correspondían a “una especie de cabra” que por alguna razón se dirigía al volcán.
Los dibujos que acompañan esta nota son desconcertantes, ya que sugieren que esta cabra caminaba en dos pies.
Esto es todo lo que puedo informar sobre el Hombre del Rifth. Me abstendré de mayores comentarios hasta no contar con mayores evidencias.

Sharles Owen
1998

NOTA DEL EDITOR: En el 2,009 se encontraron nuevos hallazgos en el Rifth. Esta vez se trataban de tres esqueletos correspondientes a dos adultos y un adolescente. Todos presentaban prolongaciones óseas que brotaban del hueso parietal y no tenían dedos en los pies si no unos cascos.
Todo indica que murieron salvajemente a los pies de un promontorio que en otra época debió ser la entrada a un camino que llevaba a las montañas. Se encontraron también los restos de lo que parece haber sido un largo muro hecho con piedras, con diversas torres y refugios de los que poco ha quedado, salvo aquel donde se encontraron los cadáveres.
Este refugio debió ser el bastión principal y consistía en un amplio espacio circular levemente elevado con respecto al resto del terreno, con una base de piedras cubiertas de tierra y todo tipo de deshechos, que en su momento debieron estar circundadas por troncos, que a su vez debieron sostener un techo de ramas, hojas y pieles.
A corta distancia había un pozo poco profundo lleno de desperdicios así como de huesos humanos correspondientes al Gro Magnon. Todos estaban quebrados, como si fueran los restos de un festín de caníbales. Quizás fueron atacados como un acto de represalia, pero los responsables dejaron en paz a los cadáveres y simplemente los abandonaron a la intemperie.
Una lluvia repentina provoco deslizamientos de barro que cubrieron la zona y facilitaron la fosilización de los restos. Lo único que quedo en pie fue un tridente hecho con huesos. No parece haber sido usado alguna vez y todo indica que debía ser una especie de distintivo o estandarte.



Lima, 04.07.08

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