miércoles, 1 de junio de 2011

RELATOS DE CIENCIA FICCION

UN AMIGO MUY EXTRAÑO





Cuando mí hija Karen me convenció de que también su computadora tuviese acceso al Internet, le advertí que en adelante verificaría con mucho cuidado el uso que le daba al servicio. ¡Que no me prometería entonces! Al principio comprobé que buscaba datos para sus tareas escolares, se comunicaba con sus amigas, bajaba canciones y cosas así. Pero cuando creo su propio código, de modo que no pudiera espiarla, entonces empezaron los problemas.
Empezó a quedarse hasta muy tarde, comunicándose con no se quien y dio por buscar información sobre una variedad desconcertante de temas. En ocasiones la oía murmurar sonidos incomprensibles y en otras, al hablar, parecía desvariar, sobre todo cuando insistía en hablar con todos al mismo tiempo.
No era normal que una niña de 14 años hablara así, pero lo peor fue que empezaron a llegarme esquelas de su colegio. Su comportamiento inquietaba a sus profesores: Se dormía en clases y su rendimiento había bajado muchísimo. De seguir así, corría el riesgo de desaprobar el año.
Hable muy severamente con ella. Le advertí que le cortaría el Internet sí no enmendaba su conducta. Aquello la aterrorizo y me prometió que se corregiría. Y para mí sorpresa enmendó su conducta en tal forma que aprobó todos los exámenes de aquel trimestre con las más altas calificaciones.
Debí sospechar mucho más. Ninguna adolescente cambia tan rápidamente de la noche a la mañana. Pero era un padre chapado a la antigua, convencido de que los hijos únicamente debían obedecer las reglas que se imponían en casa. Como o porque los cumplían, me tenía sin cuidado.
Ocurrió entonces algo insólito. En los meses siguientes el promedio de sus notas subieron en forma vertiginosa. Todo lo aprendía todo sin la menor dificultad y hasta llego a memorizar todas las palabras de un diccionario. Aun más increíble: Sin ver el reloj sabía la hora exacta en cualquier momento.
Dejó de hablar incoherencias, pero ahora cada una de sus palabras era tan correcta, precisa y lógica como un cuchillo. En ocasiones hasta parecía oírnos con indulgencia,  como sí no pudiese soportar lo vacío e inconsistente de nuestra charla. Para ella los niños éramos nosotros.
Un día entre a su cuarto y puse un disco de música que había grabado. ¿Música? Aquello era caos de notas sin el menor sentido. Estridencias escalofriantes que recordaban a los alaridos de una fiera. Karen apareció entonces. Estaba furiosa. Le parecía injustificable que estuviese hurgando sus cosas.
Pero no había que hurgar mucho para comprobar que algo en la cabeza de mí pequeña no estaba en sus cabales. En las paredes de su cuarto, donde antes había las fotos de artistas o de excursiones aparecían ahora ampliaciones de algo que podrían ser paisajes, pero que de ningún modo podían serlo.
-  ¿Qué es todo esto? Parecen paisajes del mismo infierno…
-  Son sólo fotografías…
-  ¿De donde? Jamás en mí vida he visto mares y montes así… Parecen desiertos a mitad del Tibet o mares en medio del Kalaharí…
-  Son de un poco más lejos…
-  ¡Ahora mismo me vas a explicar que es lo que esta pasando!… Y que diablos esta pasando últimamente contigo…
-  ¿En verdad lo quieres sabes?
La historia que me contó era increíble. Hacia unos meses, navegando en la red encontró un mensaje que parecía no tener sentido. En la pantalla sólo se veían un destello y del parlante se escuchaba un sonido que se repetía en forma insistente. Apenas apretó una tecla, el destello ceso y se escucho otro sonido, un Do profundo, al tiempo que en la parte inferior de la pantalla aparecía un símbolo (digamos &) seguidos por una barra (-). Karen apretó la tecla correspondiente al numero 1 y escribió la misma barra (-).
El destello volvió a aparecer en la pantalla y esta vez el sonido fue muy desagradable. Karen repitió toda la operación… Y el destello volvió a aparecer.
Algo estaba haciendo mal y entonces reparo que no había utilizado el micrófono. Esta vez dijo: “Uno” luego apretó “1” y escribió la barra… y esta vez escucho la nota Re, seguido por otro símbolo ({) seguido de dos barras (--). Karen entonces dijo: “Dos”, escribió este digito seguido de dos barras… Y así continuaron, de la siguiente forma:
Extraño: Nota Mí, símbolo ° y las barras - - -
Karen:    Palabra “Tres”, símbolo 3, las barras - - -
Extraño: Nota fa, Símbolo + y las barras - - - -
Karen:   Palabra “Cuatro”, símbolo 4 y las barras - - - -
Y así hasta llegar a la nota Sí que correspondía al numero 7. No había más notas musicales y siguió un siseo que sólo podía significar un cero.
La siguiente combinación, Un do profundo seguido por un siseo sólo podía interpretarse como un 10… Pero en base 7. Aquí Karen tuvo que investigar sobre los diversos tipos de numeración. Pero a media noche aprendió lo suficiente para seguir contando hasta el 70, que es el número cien en base 7.
En los días siguientes empezaron a “conversar” en forma de sencillas operaciones aritméticas que se fueron haciendo más y más complejas. Llego el momento en que ciertos sonidos adquirieron un sentido distinto a los números: “Hola”, “Dime”, “Espera”, “Adiós”…
Y cuando su interlocutor empezó a enviar imágenes, al fin pudieron intercambiar palabras: estrella, planeta, nube, galaxia, luz... Y luego de muchos ensayos e incontables errores pudieron elaborar un código para las ideas abstractas: “Ir”, “Venir”, “Soy”, “Eres”, “Mío”, “Tuyo”… De este código pasaron a un alfabeto. Al parecer el idioma de su misterioso interlocutor no estaba formado por sonidos sí no por notas musicales. Fue arduo darle nombre a las cosas y fue especialmente útil un programa de traducción. Pero al fin llego el día en que Karen recibió y envió desde su computadora estos modestos mensajes:
-  Planeta Evenius, 20,000 años luz centro galaxia. Mí nombre es Orc.
-  Planeta Tierra, afueras galaxia. Mí nombre es Karen.
-  Te envió imágenes de Evenius. Saludos, Orc.
-  Te envió otras imágenes de la Tierra. Saludos, Karen.
Lo que Karen vio fue sorprendente: un planeta cuyo cielo era color de malva, abundante en lagos y mares, con barrancos aparentemente insondables y cuyas llanuras estaban cubiertas por hierbas de tamaño descomunal, en el cual se veían animales que no imaginara que existieran.
Pero Orc no envió fotos de sus congéneres, ni de ciudades. Tampoco lo hizo Karen. Un oculto temor los obligo a ocultar ciertas cosas. Pertenecían a mundos tan distintos, que quizás lo que vieran podría resultarles aterrador. Mejor era seguir así, comunicándose sin saber “quien” o “que”, era el otro.
Poco a poco el programa de traducción les permitió conversar normalmente. Por lo que llego a descubrir, Orc pertenecía a una civilización más avanzada que había descubierto la forma de comunicarse mediante partículas de masa negativa que viajaban más rápido que la luz. Estas partículas se transformaban en ondas comunes al llegar a un transmisor y de esta forma Karen podía comunicarse instantáneamente con Orc a pesar que la distancia que los separaba era inmensa. Pero el diseñar naves interestelares era algo que sus científicos calculaban que sólo podría lograrse en 200 años más.
En Evenius la evolución había tomado otros rumbos. No había árboles y su lugar lo ocupaban hierbas que alcanzaban dimensiones enormes. En esta espesura existían pocos predadores y los enemigos más encarnizados eran los insectos. Aquí los dinosaurios nunca se extinguieron, pero cambiado tanto que muy poco se distinguían de los mamíferos y aves que conocemos: Habían perdido sus escamas, tenían sangre caliente y eran muy inteligentes.
Los verdaderos mamíferos y aves seguían siendo pequeños y se ocultaban en la floresta, limitándose a comer insectos. Hacían bien porque había escarabajos tan grandes como una tortuga y libélulas tan temibles como un águila. Pero la verdadera plaga la formaban las hormigas que habían evolucionado tanto, que hasta habían aprendido a fabricar herramientas de piedra y metal. Pero seguían actuando por instinto y esto los convertía en una amenaza.
A diferencia de los humanos, la raza de Orc nunca trato de sojuzgar a la naturaleza. En general vivían en paz con las demás especies. Desde un principio no buscaron “producir más” sí no distribuir mejor lo que tenían. Sus guerras habían sido pocas e ignoraban lo que significaba forjar un imperio.
Más que pensar, sus habitantes intuían. Nosotros no necesitamos calcular el ancho de un arroyo para vadearlo sin riesgos. De la misma forma ellos resolvían los más intrincados problemas dejándose llevar por respuestas que brotaban de su subconsciente. Orc le enseño a Karen como lograrlo. Al principio le resulto muy difícil, pero cuando al fin descubrió la técnica, descubrió que podía aprender mucho más, en menos tiempo y sin cometer el menor error.
 En cuanto a su modo de hablar, al principio Karen pensó que Orc desvariaba al pasar de un tema a otro. Pero tampoco Orc comprendía porque ella se concentraba tanto en un sólo tema. Parece que su especie gustaba reunirse en grandes grupos donde todos hablaban a la vez. Y no sólo hablaban, sí no que se entendían a la perfección. Parecía cosa de locos, pero aun Karen, a fuerza de hablar con Orc, terminó expresándose de la misma forma.
Pero lo más desconcertante en Evenius era que para ellos las emociones eran más importantes que la razón y toda su cultura se basaba en buscar nuevas ideas. A su modo tenían tantos vicios y defectos como nosotros, pero de otra especie. En sus sociedades el crimen era prácticamente desconocido. ¿Qué objeto tenía robar sí todos tenían lo necesario? Y sobre todo ¿Qué se podía robar? (¿?) Desconocían la ira y los celos o el rencor… Pero las discusiones eran acaloradas y había severas penas contra aquellos que “mataban” las ideas de su interlocutor con argumentos irrefutables.
La ambición era desconocida, pero la piedad (hacia los demás o uno mismo) era un vicio que sólo les inspiraba desprecio, por que conducía al pesimismo y la locura. La sexualidad era para ellos algo tan natural como respirar. Pero la gula llevaba a algunos a verdaderas aberraciones.
Como nosotros, algunos se sentían incomprendidos y ante los demás pasaban por antisociales y solitarios. Orc era uno de ellos. Sentía ahogarse en un mundo donde todos eran amigos de todos, pero donde las verdaderas amistades, las más profundas y sinceras, no existían.
Al llegar a este punto le pregunte a Karen porque Orc la había elegido precisamente a ella para comunicarse, pudiendo haberlo hecho con nuestros más grandes científicos o líderes políticos. Ella también se lo había preguntado muchas veces y llego a la conclusión que Orc era también un niño. Que en su planeta también se buscaban amigos mediante un servicio parecido a nuestro Internet. En cierto momento Orc debió pensar que con la tecnología existente era posible comunicarse con otros mundos. Ya otros lo habían intentado, pero ¿Cómo salvar la barrera del lenguaje?
Fue por eso que sus primeros mensajes fueron una sencilla clave numérica. Sólo Karen le respondió y a fuerza de examinar las ecuaciones que no pudo resolver, dedujo que ella era una niña también y que pertenecía a un planeta cuyo grado de desarrollo era el de Evenius hacia por lo menos cien años.
Saque mí cuenta. Cien años atrás los terrícolas nos espantábamos con los primeros automóviles que avanzaban más despacio que un caballo. De aquí a cien años quizás también nuestros descendientes se distraigan comunicándose con otras civilizaciones mediante sus ordenadores.
Tenía que conocer a Orc. No podía aceptar que mí propia hija mantuviese contacto con un ser completamente distinto a nosotros. Pero al oírme Karen se horrorizo. No lo consideraba correcto. A escala cósmica, cada uno tenía derecho a su privacidad, a mantener en secreto su apariencia física. Además ella simpatizaba mucho con él y no quería sufrir un desengaño. Pero insistí y una vez ante el micrófono, le dije a Orc que tenía que saber quien o que era.
-  ¿Es necesario? – dijo una voz sintética, la traducción a nuestro idioma de un lenguaje musical que provenían de miles de años luz de distancia.
-  Para mí lo es. ¡Necesitaba saber con quien se esta relacionando mi hija!
-  Es curioso. Entre nosotros son los hijos quienes eligen a sus padres…
Aquello era demasiado y le dije en forma terminante:
-  ¿Cómo eres? ¿Qué eres?
-  Yo también podría preguntarles como son ustedes. Y podríamos darnos una sorpresa que no seria agradable para ninguno de nosotros.
-  O me envías una imagen de tú raza o no permitiré que vuelvas a comunicarte con mí hija.
-  Seria doloroso para mí… Karen es… Es distinta… Y he llegado a sentir un gran cariño por ella… Podríamos llegar a una transacción. Nuestros mundos evolucionaron de una forma distinta. Envíen una imagen de la especie que más se les parezca y yo haré lo mismo.
-  Me parece razonable.
Busque en el archivo la imagen de un chimpancé, pero me pareció grotesca y preferí enviar la foto de un mono y la envié diciendo:
-  Nos parecemos un tanto a esta especie, pero no somos tan feos, nuestra cabeza es más proporcionada y no tenemos ni cola, ni pelo.
Juraría que Orc exclamo algo que revelaba su desencanto, pero nos envió otra imagen… Algo que más parecía una grulla con brazos.
-  Nos parecemos bastante... pero no tenemos plumas.


Lima, 15.08.08

No hay comentarios:

Publicar un comentario